«¿SE
PARTIÓ EN NICARAGUA OTRO HIERRO CALIENTE?».
La línea seleccionada
de la canción del dispendioso Silvio Rodríguez no lleva signos de
interrogación, claramente. Por el contrario, es una afirmación orgullosa de lo
que un movimiento de liberación – como el sandinista - puede lograr cuando se
articula sobre objetivos claros y voluntades arrojadas.
En este caso, sin
embargo, vale la incorporación de la incógnita.
Es que tengo mis
dudas sobre si lo que está sucediendo en Gabón - que a eso aludía la metonimia
– no es sencillamente un grito de rebeldía contra la opresión francesa, sino
una jugada maestra de la secretaría de estado estadounidense, que se encarama,
cual titiritera, detrás de escena.
Este artículo tendrá
varias ramificaciones – como mi mente cuando interrelaciona conceptos – y bajo
esa característica, será alborotado y con muchas aristas. Ténganme paciencia.
Vuelvo un instante a
recapacitar sobre la frase artística inicial, surgiendo una primera punta
reflexiva. A diferencia de otras épocas esperanzadas, parece que los tiempos
revolucionarios en Latinoamérica son parte del pasado. Hoy tenemos, por el
contrario, una ola reaccionaria de insensibilización social, elogios a la
injusticia social (con aplausos eufóricos incluidos) y arengas a la defunción
del Estado, único e ineludible instrumento para equilibrar las asimetrías del
mercado.
Pero del otro lado
del charco, África parece tener un reverdecer anticolonialista, una especie de 𝑟𝑒𝑣𝑖𝑣𝑎𝑙
sesentista, un bienvenido grito de libertad. Allí, también existen gobiernos
democráticos impotentes, putrefactos o acomodaticios, pero a diferencia de los
militares latinoamericanos, mentalmente cooptados por la Escuela de las
Américas y añoranzas anglófilas, o temerosos de subvertir el orden establecido,
los hombres de uniforme se la juegan y lideran sublevaciones.
Basta entonces
enrocar la palabra “Nicaragua” por Níger, Burkina Faso o Mali y reconocer que
estamos ante procesos – que si bien no son novedosos – sí llaman la atención
por la proliferación y el estallido repentino, (casi) como reflejos de la puja
de poder entre las grandes potencias y el empuje por un nacimiento de un nuevo
esquema mundial más equitativo.
Vemos en las naciones
de Sahel algunos patriotas con convicciones que intentan escapar del statu quo
dominante y tomar las riendas de su propio destino, incluso, sobrellevando
amenazas de guerra y sanciones. Pero quizás – y solo quizás - Gabón no sea
exactamente el mismo caso, a pesar de que las condiciones de base son prácticamente
idénticas.
La primera distinción
es que el Sahel africano no es exactamente igual que el África Ecuatorial. En
el centro del continente, los intereses imperialistas occidentales
(estadounidenses, pero también británicos y franceses) están mucho más consolidados
y tienen una presencia mucho menos difusa.
Vamos al caso puntual.
Gabón es un país de
una superficie moderada, situado al oeste de la franja central, con tramo de
costa hacia el océano Atlántico, que parece aún más pequeño cuando se lo
contrasta con la maciza República Democrática del Congo. Sin embargo, cuenta
con vastos recursos naturales, fundamentalmente, hidrocarburos (petróleo) – lo
que le valió ser miembro de la OPEP - y minerales, en especial, los esenciales
manganeso y uranio.
Como gran parte de
los territorios africanos, Gabón no alcanzó su independencia sino hasta 1960,
siendo anteriormente parte del África Ecuatorial Francesa, uno de esos “cotos
de caza” demarcado con escuadra y transportador en una mesa de negociaciones
restringida a los asuntos europeos.
Casi como un calco de
la situación nigerina, este 30 de agosto acaba de suceder en Gabón un golpe
militar con amplio apoyo popular. El presidente constitucional, Ali-Ben
Bongo-Ondimba, un títere de los intereses franceses cuya historia familiar en
breve comentaré, fue destituido y puesto bajo arresto domiciliario. La cara
visible del golpe es el general Brice Clotaire Oligui Nguema, hasta entonces
encargado de la Guardia Presidencial. El hijo del presidente, Noureddin Bongo
Valentin, también está arrestado... y ello obedece, como explicaré más
adelante, a que estamos frente a un clan enquistado en el poder desde muchos
años.
Para una nación con
apenas 63 años de existencia, es llamativo que Gabón solamente haya tenido tres
presidentes. El primero de ellos fue Gabriel Léon M'ba, quien asumió en 1960 y
falleció en 1967 por causas aparentemente naturales apenas después de ser
reelecto. M’ba tenía el pleno apoyo de Charles de Gaulle, y M’ba lo retribuía
con una fuerte ligazón a París, con un estilo fuertemente dictatorial. Al fallecer asumió su vicepresidente,
Albert-Bernard Bongo, quien había hecho una meteórica carrera en el gobierno.
Este señor marcaría
prácticamente la impronta institucional de Gabón hasta el día de hoy. Es que
estuvo en el poder nada menos que 42 años ininterrumpidos, desde 1967 hasta
2009, año en que falleció de cáncer. Este récord lo sitúa como el funcionario
africano que más persistió en su puesto, algo que es más meritorio (si se
quiere) en el contexto de golpes y zancadillas palaciegas del África
Ecuatorial.
¿Cómo hizo para quedarse tanto tiempo en el poder?
Pues sencillo, tuvo
el apoyo incondicional de Francia, quien a cambio le permitió instalar un
régimen de partido único, habiendo ganado en las elecciones de 1973, 1979 y
1986 con un 100% de los votos, puesto que no tuvo competidores ni opositores.
Francia estaba plenamente cómoda con Bongo porque bajo su régimen falsamente
democrático la cooperación con París fue estrecha y provechosa. Es más, Bongo
hizo hasta méritos que no se les solicitaba, como sus intervenciones de
política exterior. Por ejemplo, durante la guerra civil nigeriana de 1967-1970,
Libreville se alineó con París, que suministraba armas a los rebeldes biafreños
para extender sus dominios sobre el África británica, reconociendo su
independencia en 1968.
El episodio de la
independencia biafreña fue atípico porque los aliados atlantistas y ex imperios
todopoderosos, lucharon uno contra otro, apoyando facciones diferentes. Demás
está decir que Biafra fue aplastada militarmente (y también con hambrunas) por
Nigeria.
Bongo además fue un
cercano aliado de Mobutu Sese Seko, el tristemente célebre dictador zaireño,
gendarme de los intereses franceses en la zona. Gabón apoyó a Zaire durante las
revueltas secesionistas en la región de Shaba, la antigua Katanga, de 1977 y
1978. Un hecho pintoresco marca la recompensa francesa por los servicios
prestados: Zaire y Gabón fueron las únicas naciones del África Ecuatorial en
contar con los entonces fabulosos cazabombarderos Mirage.
El apoyo de Bongo
también fue recompensado con mansiones y propiedades en el centro de París, y
con cuentas en paraísos fiscales. Los franceses sostuvieron su gobierno cuando
a principios de los ochenta, el Movimiento de Restauración nacional, que
planteaba un sistema multipartidista, ergo, una democracia en serio, apareció
como una amenaza a su administración personalista.
François Mitterrand supo hacer la vista gorda o dar un
tácito apoyo diplomático cuando Bongo, potenciado con billetera francesa,
reprimió al movimiento con detenciones y proscripciones.
Bongo agradeció el
apoyo galo con concesiones mineras (como Eramet SA, encargada de extraer
manganeso) y petroleras (como TotalEnergies SE y Maurel & Prom) para las
compañías francesas, y la instalación de una base militar permanente en
Libreville, que permitía a Francia desarrollar sus actividades armadas de este
a oeste, enlazando Senegal y Yibuti. Las dádivas a Bongo eran migajas comparado
con las ganancias de explotación francesas. Tal es así, que poco le importó que
Bongo se convirtiera al islam, cambiándose el nombre a Hadj Omar Bongo Ondimba
para atraer las inversiones de las monarquías árabes, ahora que Gabón se había
unido a la OPEP.
Lo cierto es que
Bongo fue un pilar de la FrancAfrique, la estrategia geopolítica por la que
Francia se unió a sus antiguas colonias africanas a través del clientelismo,
instalando regímenes falsamente democráticos, teñidos de corrupción y abusos de
derechos.
A su muerte, en 2009,
lo sucedió su hijo, ex canciller y ex ministro de defensa, Ali-Ben Bongo
Ondimba, que se dedicó a continuar la política oficial neocolonialista de sus
antecesores y también sus vicios, pues apareció, como Mauricio Macri, en los
Panama Papers, con cuentas offshore no declaradas. En las últimas elecciones,
acaecidas el 26 de agosto, Bongo Jr. Obtuvo el 64% de los votos, pero nadie
creyó que el sufragio fuera limpio. De hecho, la visita, el 2 de marzo, del
presidente Emmanuel Macron en un gesto de respaldo público no le jugó a favor
(ver foto inserta).
Otro hecho importante
a destacar es que, al igual que Níger, Burkina Faso, Mali y República de
Guinea, los cuatro jinetes que se han rebelado al orden imperial francés en el
Sahel, Gabón tiene como unidad monetaria el franco CFA.
Sin embargo, Gabón
tiene la variante «ecuatorial», pues existen dos versiones de la misma moneda
emitidas por bancos centrales diferentes: el Banco Central de los Estados de
África Occidental [BCEAO] emite el Franco CFA de África Occidental... y el
Banco de los Estados de África Central [BEAC] emite el Franco CFA de África
Central...
El Franco CFA de África Occidental es la moneda de 8 estados
de África Occidental: Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea-Bisáu, Mali,
Níger, Senegal y Togo.
El franco CFA de África Central es la moneda de 6 estados de
África Central: Camerún, República Centroafricana, Chad, República del Congo,
Gabón y Guinea Ecuatorial.
Ambos valen lo mismo... pero no son intercambiables.
Francia tiene
representación en ambos organismos y ninguna decisión de política monetaria
puede ser tomada sin el aval del gobierno francés. Además, el BCEAO y el BEAC
tienen la obligación de depositar el 50% de sus reservas internacionales dentro
de una «cuenta especial» del Tesoro Público francés, que a cambio garantiza la
convertibilidad de los francos CFA a euros.
Nótese que todas
estas revoluciones o insurrecciones en África ocurren mientras un grupo de
naciones «emergentes» replantean el «don de mando» del dólar estadounidense y
las instituciones financieras de Bretton Woods que lo apuntalan.
Es más, el BRICS mismo, en la última reciente cumbre de
Johannesburgo, puso seriamente sobre el tapete la urgente necesidad de
desdolarizar los intercambios comerciales entre ellos (aunque son conscientes
que el ejemplo cundirá) y de pasar hacia el esquema R5.
Mientras algunos
países africanos - supuestamente atrasados y con grados de subdesarrollo
educativo - tienen plena consciencia del momento histórico y la opresión que
supone el acuñamiento de una moneda bajo tutela imperial, aquí en Argentina se
despliega la posibilidad de instalar una dolarización y el abandono de la
moneda local.
Como era de prever,
Francia y la Unión Europea en general (con el recalcitrante «jardinero» Borrell
a la cabeza) condenaron el golpe a la dinastía Bongo, cínicamente aludiendo al
compromiso con las elecciones libres y transparentes.
Pero hay un hecho que
llama poderosamente la atención:
Fuentes reservadas
del gobierno francés y la DGSE [Direction générale de la Sécurité Extérieure]
creen que Estados Unidos lleva años apoyando al general Oligui Nguema,
preparándolo para asumir luego de un «interinato» o «gobierno de transición» y
ante el llamado de próximas elecciones. Es más, hace tiempo en las redes se
filtró que el general posee tres propiedades en Maryland.
Lo cierto es que los neoconservadores estadounidenses
podrían estar creyendo que las autoridades francesas ya no pueden proteger
eficazmente los intereses del Occidente Colectivo, y que deben dejar ese lugar
a la planificación propia, para que puedan ejercer un control territorial
cercano. El golpe, según los franceses, estaría dirigido a arrebatarles la
iniciativa.
Sorprende el
inmediato cierre de actividad del holding minero Eramet y su rápida decisión de
abandonar el país, cuando las explotadoras de uranio en Níger se han negado
rotundamente a irse.
Claro, también puede
ser un argumento francés para evitar movimientos de liberación en su «patrio
trasero».
Lo cierto es que el
doble rasero estadounidense para con Francia en África es ya conocido. Y tiene
mucho que ver en ello el inconfesable afán de Estados Unidos de suprimir toda
posibilidad francesa de asumirse como polo de resistencia intra-europeo.
Con el mitológico «Rapto de Europa» por parte de Estados
Unidos, que bajo la excusa del conflicto ucraniano procedió a subordinar a la
UE a los aprovisionamientos norteamericanos, y que la llevó a un
desacoplamiento energético con Rusia y una desconexión diplomática (todavía no
comercial, pero hacia allí vamos, miren a Italia) con China, Estados Unidos le
quitó competitividad a Europa y la relegó como actor global.
Francia es el único
país que, por carácter y capacidades, puede emprender un giro refractario.
Anular su provisión energética y quitarles sus espacios de potenciación es
instrumental a sus intereses.
Y quien no crea ello,
que recuerde que la intervención americana en Indochina comenzó con la derrota
francesa ante el Vietcong en Dien Bien Phu.
No obstante, estamos
a pocas horas del golpe, y no sabemos aún qué giros podrá tomar este gobierno
transicional.
Lo cierto es que
había un sumo hartazgo por las condiciones de gobierno existentes y su
tradicional amparo francés. Y las manipulaciones electorales de tantos años ya
venían generando resquemor por los acondicionamientos pautados.
Se abre entonces un
periodo de incertidumbre donde cabe dilucidar en los pasos venideros si estamos
frente a un cambio de collar o ante una verdadera nueva esperanza.
Analista Internacional
Licenciado en Administración De Ciencias
Económicas UBA
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