RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 3 de septiembre de 2023

BAJAR IMPUESTOS LA DEFENSA LIBERTARIA DEL PRIVILEGIO Y LA RIQUEZA - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

 

BAJAR IMPUESTOS

LA DEFENSA LIBERTARIA

DEL PRIVILEGIO Y LA RIQUEZA 

 

 Saludo a todos los oyentes de El Club de la Pluma. Soy Lidia Rodríguez Olives.

 

 En medio de la campaña electoral en Argentina, una de las propuestas que más se escucha en la derecha liberal, tanto en versión Bullrich como Milei, es que hay que achicar el Estado para bajar el déficit, y también bajar impuestos, porque la carga fiscal es asfixiante y desalienta la inversión.

 

 Para saber si la carga fiscal es mucha, poca o regular debemos comparar. Y no vale contrastar con “mis deseos” porque sabemos que a todos nos gustaría vivir bien si tener que pagar por ello. La comparación debe hacerse con lo que ocurre en otros países. Lo que vemos así es que la presión fiscal en Argentina es más que moderada: en 2021 fue del 29,1% del PBI, mientras que en España era del 38,8%, en Suecia del 49% y en Italia del 48%. En Sudamérica, Brasil tiene 32% y Ecuador, 36%. Despejado este tema, debemos tener en cuenta dos cuestiones. La primera, es que presión impositiva y recaudación efectiva no son sinónimos. Del 29,1%, Argentina termina recaudando un equivalente al 11,5% del PBI. La distancia entre un porcentaje y otro se debe a varios factores: evasión, elusión y diversas exenciones o ventajas impositivas de las que disfrutan algunos. La segunda, es que siendo la presión fiscal un promedio, no impacta de la misma manera en todos los sectores sociales. Según Gómez Sabaini, el 20% de la población con mayores ingresos, que recibe el 57,1% de la riqueza, aporta un 5% más que el promedio, mientras que el 20% de menores ingresos, que recibe apenas el 3,1% de la riqueza, aporta un 12% por encima del promedio. Los sectores medios se apropian del 60,2% de la riqueza, pero aportan entre 4 y 10% menos que el promedio general. La conclusión es clara: los pobres destinan al financiamiento del Estado un porcentaje mayor de sus ingresos que el resto de las clases. Por lo tanto, si la carga fiscal fuera alta en Argentina, no serían Funes de Rioja, Paolo Rocca ni Susana Giménez los que deberían quejarse, sino los jubilados que cobran la mínima o los que están bajo la línea de pobreza.  

 

 Estas cosas ocurren porque nuestro sistema impositivo es regresivo, porque son muchos los colgados del Estado que se benefician con bajas o quitas importantes y porque el deporte favorito de los más ricos es la evasión fiscal.

Un sistema es regresivo cuando el peso de los impuestos es más fuerte para los sectores más pobres, pero se reduce a medida que aumenta la riqueza. Esto no sólo es injusto. También tiene un efecto negativo en la distribución, porque hace más ricos a los que tienen más.

 

 La regresividad de los impuestos es histórica en nuestro país. Ya desde la formación del Estado Nacional y el modelo agro exportador, nuestras clases dominantes prefirieron cubrir el déficit con endeudamiento antes que colaborar en un sistema más justo, en el que tuvieran que aportar en proporción a su riqueza. Y esa característica fundacional se mantiene en la actualidad, donde la mitad de lo recaudado corresponde al IVA, impuesto al consumo que disminuye en mucho los ingresos de los sectores populares. En cambio, impuestos sobre patrimonios, ganancias financieras y renta de personas físicas y jurídicas, han ido disminuyendo con cada gobierno neoliberal.

 

 Uno de los ejemplos más potentes es el impuesto a la herencia, vigente hasta 1976 y eliminado por Martínez de Hoz durante la Dictadura cívico militar. Su presencia en países como Francia, Reino Unido, EEUU, Japón o Corea del Sur, donde el porcentaje gravado llega a alcanzar el 55%, no sólo se justifica porque aumenta los recursos del Estado gravando a los más ricos, sino con argumentos bien liberales. Al afectar lo que algunos llaman la “lotería genética”, contribuye, según Lódola y Velasco, “a la igualación de las condiciones de partida, constituye un incentivo adicional al esfuerzo y la eficiencia, alentando la distribución meritocrática de los resultados sobre las posibilidades de progresar y realizarse”.

 

 Otro impuesto progresivo es el de Bienes Personales. Pero, durante el gobierno de Mauricio Macri, se elevó el piso a partir del cual tributar y se estableció una reducción progresiva de la alícuota. Como consecuencia, la participación en el total de la recaudación bajó drásticamente hasta casi desaparecer. En 2015, las 1034 personas más ricas de Argentina tributaron por Bienes Personales 2580 millones de pesos. En 2016, $1548 millones. En 2017, $1032 millones y en 2018 sólo $516 millones. Estas medidas implicaron una importante transferencia de riqueza hacia esos privilegiados, que recibieron del Estado el equivalente a D200 mil cada uno, mientras se dejaban de recaudar 207 millones de dólares.

 

 A esto se suma el atraso de los valores fiscales respecto de los del mercado y la inexistencia de impuestos que graven la acumulación de inmuebles. El propietario paga, entonces, muy poco por el bien que tiene. Y esto allana el camino hacia la concentración de la propiedad, tanto urbana como rural. El acceso a la vivienda resulta cada vez más restringido para millones de personas porque acumular propiedades, en Argentina, sale gratis. De no ser así, no estaríamos discutiendo una Ley de Alquileres y el voto del diputado Pablo Torelli, propietario de 8 departamentos en Capital (uno de ellos, de 500 metros cuadrados), dos propiedades en La Plata y dos casas de veraneo en Pinamar, hubiese sido distinto: en vez de defender sus intereses, habría votado a favor de los más desprotegidos.

 

 Otro de los problemas de nuestro sistema impositivo es el gasto tributario, entendiendo por esto lo que el Estado deja de percibir porque algunos están eximidos o reciben quitas y exenciones importantes. El caso más escandaloso es el del Poder judicial. Se han eximido del pago del impuesto a las ganancias con una interpretación de la Constitución que ellos mismos elaboraron: cobrarles es inconstitucional porque atenta contra la intangibilidad de su salario. Pero los jueces de EEUU, amparados por el mismo privilegio, resolvieron esta cuestión en 1939. En el fallo que los incorporó al tributo el juez Frankfurter escribió: “Someter a los jueces a un impuesto general es reconocer simplemente que son también ciudadanos, y que su función particular no genera ninguna inmunidad para participar con sus conciudadanos en la carga material del gobierno. Los jueces deben pagar, como el resto de los ciudadanos, el impuesto a las ganancias”. La existencia de esta “casta judicial” impide al Estado recaudar nada menos que 648 millones de dólares al año. Y no está de más recordar que, si ellos no pagan lo que les corresponde, otros tendrán que pagar más.

 

 También los beneficios con los que cuentan empresas y regiones deben computarse como gastos tributarios. Un ejemplo es la provincia de Tierra del Fuego. Protegida desde hace más de 50 años y exceptuada del pago de IVA y ganancias, su situación privilegiada no ha redundado en una mejor calidad de vida para el conjunto de la sociedad, ni en un acceso económico a los bienes que produce. El 95% de la electrónica en nuestro país viene de allí. Pero estos bienes resultan inaccesibles para la mayoría de la población que, sin embargo, financia con su esfuerzo los beneficios que la provincia recibe.

 Su balanza comercial es negativa y su participación en las exportaciones nacionales es sólo del 0,3%. La misma observación puede hacerse sobre las empresas en general. En los últimos 40 años, las tasas sobre las ganancias de sociedades han bajado del 44% al 24%. Mientras el Estado se desfinancia y la presión impositiva alcanza a asalariados y jubilados, las empresas no derivaron este ahorro a la inversión sino a la fuga de capitales, no han logrado un perfil exportador, ni abastecen al mercado interno con productos accesibles en precio y calidad. Si bien es cierto que la industria necesita protecciones para desarrollarse, no es menos cierto que todo beneficio debe exigir una contraprestación, con la que se debe cumplirse en tiempo y forma. Caso contrario, la protección no impulsa el desarrollo, sino que colabora con la formación de un entramado parasitario que perjudica al Estado y al resto de la sociedad.

 

 Y el último gran problema de nuestro sistema tributario es la evasión. Según un informe de la Universidad de Naciones Unidas, con sede en Tokio, entre 2020 y 2021 en Argentina se evadieron impuestos por un monto de D42.000 millones. Toda la deuda con el FMI… Los máximos responsables son personas y empresas con altos ingresos, que pueden acceder a asesorías profesionales que promueven estrategias de evasión y minimizan los riesgos. Paradójicamente, son ellos los que se quejan de una presión fiscal asfixiante. Debemos tener bien en claro, entonces, que detrás de estos discursos se esconden sectores cuya única preocupación es proteger el exceso de riqueza. Desfinancian al Estado y, ante la falta de recursos, proponen recortar las prestaciones que más utilizan los sectores vulnerables, justamente los que más pagan: educación, salud y asistencia social.

 

 De todo esto resulta que el problema en Argentina no son los pobres: son los ricos. Redistribuir la riqueza es una necesidad impostergable. Y por su potencia para lograrlo, la reforma impositiva no es una reforma más: es la “madre de todas las batallas”. Las PASO castigaron crudamente tibiezas y renunciamientos del partido gobernante, mostrando de una forma contundente que no hay margen para más errores ni desilusiones. Y en este clima, tan tenso como enrarecido, sería bueno que los representantes del frente nacional y popular tuvieran presentes las palabras de Juan Domingo Perón: “Cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento”.

 

 Desde Buenos Aires, saludo a todos los oyentes de El Club de la Pluma, con un especial y entrañable abrazo para la familia de nuestro querido Ramón “Moncho” Soto Martínez. Como él siempre quiso, ¡Viva Puerto Rico Libre!!!

 

 


LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia

Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

 

 

 

 

 

   

    

 

 

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