RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

miércoles, 5 de febrero de 2025

NO ES LIBERAL SINO FASCISTA - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

 

NO ES LIBERAL SINO FASCISTA

  

 

 Desde Buenos Aires, saludo a los oyentes de El Club de la Pluma

 

 Los argentinos no deberíamos naturalizar un discurso que, además de frecuente, es también violento, racista, retrógrado, xenófobo, patotero y facho. Mucho menos, justificarlo. No alcanza con saber que con esa obscenidad se intenta desviar la mirada de una economía que se derrumba, de un modelo descarado en beneficio de unos pocos, de una pobreza encarnada en los sin techo de las calles. Tampoco deberíamos permitir que el liberalismo nos escriba la Historia a su entera conveniencia, la mutile, la silencie y, de esa forma depurada, la presente como verdad indiscutida e incuestionable.

 

 Milei se presenta como la encarnación misma de Juan Bautista Alberdi. Lo hizo al ganar las elecciones y también en la firma del Pacto de Mayo. Y la mega ley aprobada en el Congreso fue bautizada como Bases, emulando el título con que se conoce una de las obras de ese pensador. Esta estrategia discursiva le permite crear la ilusión de un “paraíso perdido” que él, siguiendo al “padre de la Constitución”, recreará para que Argentina, citando sus palabras, pueda estar otra vez “en la cima, codo a codo con las grandes naciones del mundo”. La fantasía de una Argentina recién nacida que, forjada a fuerza de liberalismo económico, logró encumbrarse como potencia mundial, atravesó la formación de generaciones enteras hasta convertirse en una verdad de la que no está permitido dudar, inmune a las críticas de historiadores como Natalio Botana que, sin ser precisamente peronista, nos dice que esa afirmación “no resiste a la más mínima Historia comparada”.

 

 El Alberdi del que se jacta Milei fue presa también de esa mutilación de la Historia. Porque este tucumano nacido en 1810, fue un hombre prolífico en escritos, pero también contradictorio. Lo muestran su obra y la crítica de sus contemporáneos. Cuando escribió las Bases, en 1852, su “gobernar es poblar” se convirtió en la síntesis a favor de una inmigración abierta y espontánea. Sin embargo, 10 años después, afirmó que poblar es apestar y corromper si se hace con la escoria del mundo. En 1840 se enroló con los unitarios y apoyó el levantamiento de Lavalle contra Rosas, argumentando que es legítimo el uso de la fuerza para derrocar a un gobierno en defensa de una causa justa. Pero derrotada la Confederación por las tropas de Buenos Aires en Pavón, se convirtió en la principal voz opositora, sosteniendo que “la paz impuesta a cañonazos no es una solución”, porque los conflictos reaparecerán si no hay acuerdo. Mitre nunca se lo perdonó. Y cuando Alberdi reclamó, en 1864, el pago de 2 años de sueldos atrasados como representante de la Confederación en Europa, junto a Rufino de Elizalde firmó una resolución negándose a reconocer esa deuda. La respuesta que recibió forma parte de esas páginas enterradas que molestan, no sólo a la Argentina del SXIX sino también a la actual: “En nuestros Estados, las discusiones de los asuntos públicos se convierten en lides personales. El adversario es un enemigo personal. La personalidad reemplaza a la idea y el insulto viene en lugar de la discusión”.

 

 ¿Cómo leer entonces a Alberdi? ¿Qué textos guardan más fidelidad con su pensamiento? Remitiéndonos a lo que él mismo escribió, es la obra de su madurez la que condensa toda una vida de reflexión. “Dudo que uno se aleje de la verdad a medida que más estudia, que más vive, que más observa, que más experimenta”. Y entonces las Bases no sería su obra más representativa. Porque no fue ni republicano ni federal sino monárquico y centralista. “La República es un bello ideal de gobierno. Pero los hombres viven en un mundo real. La República ha sido y es el pan de los presidentes, el oficio de vivir de los militares, la industria de los abogados sin clientes, el sufragio de los náufragos de todo género y la máquina de amalgamar todas las escorias”. Y es en el sistema presidencialista que tenemos, con sus decretos y poder de veto, donde Alberdi nos dejó el rastro de su Presidente – Rey.  

 

 También es para él responsable la República de habernos hecho imposible una Historia veraz. Atacó sin piedad la Historia mitrista, esa que los liberales encumbraron y todavía hoy defienden como único discurso posible. “Tendrá la Argentina su Historia poética, fantástica y legendaria que le escribirán los cortesanos al paladar de la vanidad nacional. Pero su política irá de mal en peor si no tiene un día su Historia Filosófica. Donde no hay Historia veraz no puede haber política veraz. No se sabe a dónde se va si no se sabe de dónde se viene”. Y un pueblo acostumbrado a la fábula no quiere cambiarla por la Historia.

 

 Pero no todo es contradicción en el mundo alberdiano. Entre los temas que sobrevolaron toda su vida se encuentran las largas páginas que dedicó a la prensa, a la que acusa de complicidad y responsabilidad en las guerras civiles. Según señaló, la libertad de prensa tiene dos enemigos: el tirano y el detractor. Este último es el que rompe la ley con su pluma, desacredita y condena sin juicio ni proceso, convirtiéndose en “un vándalo de la tinta y el papel”. Esa prensa, a la que no duda en llamar “bruta” y “bárbara”, vive la libertad sólo en beneficio del poder o partido dominante, mientras legitima la injuria para con el antagonista. Cree que “un adjetivo es un argumento y un ultraje una razón; cree que hoy puede escandalizar a la sociedad y mañana convertirse en cátedra de moral”. La describe como una “prensa de combate” donde la violencia, la destemplanza y la procacidad más extrema del lenguaje han devenido en hábito. Y como si hubiese podido asomarse al futuro nos advierte: “La tiranía de la pluma es prefacio de la tiranía del gobierno y el atentado en la palabra, precursor del atentado en la acción”. Cita para esto el caso de Nicolasa Suarez. Acusada de crímenes por la prensa (no por la Justicia) y publicado su domicilio, fue apuñalada 2 meses después. Y esto es posible para Alberdi porque se ha convertido a la prensa en un ídolo sagrado, en algo intocable, santo, divino, indiscutible, inviolable, infalible, inmaculado y superior a la paz, a la vida y a la ley. Pero el libertinaje de la pluma es enemigo de la libertad y, de la misma manera que no se concibe un gobierno sin freno, tampoco es posible la paz social con una prensa omnipotente. La vida, la seguridad, la paz, la propiedad y la ley siempre estarán por encima de la libertad de escribir.

 

 Entonces, uno no puede menos que pensar que los Jorge Lanata, Nelson Castro, Baby Etchecopar, Eduardo Feinmann, Nicolás Wiñazki, Viviana Canosa, María Laura Santillán, Luis Novaresio, Majul, Jonatan Viale, Morales Solá, Marcelo Longobardi, Antonio Laje, Romina Manguel y otros tantos por el estilo serían para Alberdi el paradigma del “periodismo bárbaro” del SXXI, como lo fue Bernardo Neustadt en los 90. Tampoco dudaría nuestro constitucionalista en afirmar que el odio que destilaron durante años contra Cristina Kirchner fue prólogo del atentado sufrido por la ex presidenta el 1 de septiembre de 2022. Y para la incitación permanente a la violencia que tiene en la justicia por mano propia su arista más peligrosa, también dejó Alberdi alguna reflexión: “El que se defiende del asesino se hace asesino él mismo si dispone de la vida de su adversario sin ser necesaria a la salvación de la propia”. Ningún poder, tampoco el de la prensa, se controla a sí mismo. Es deber de la Justicia entonces ponerle freno porque la “prensa bruta” no es ejercicio de libertad sino delito. “Los abusos se repetirán todos los días si los juzgados no se empeñan en reprimir estos libertinajes como al enemigo asolador de la más hermosa libertad”.   

 

 Alberdi dedicó un amplio espacio a la forma en que se tramita la política en Argentina. Nos advierte que acá los problemas se resuelven con violencia, y que la violencia e intolerancia que lo llevaron al exilio no son sino una mínima expresión de las que subyacen en la sociedad. Esta patología tiene sus causas: “La anarquía del presente es hija de la anarquía del pasado. Tenemos odios que no son nuestros y antipatías que hemos heredado. Si no somos capaces de poner fin a esta sucesión funesta, la anarquía será eterna. Es menester llevar paz a la Historia”.   

 

 A su entender, Argentina también padece un mal que persiste en la actualidad: la omnipotencia de los partidos políticos. El jefe impone a cada uno de los miembros la opinión, la actitud, la conducta que ha de tener y la manera en que ha de votar (pregunten, si no, a Ramito Marra…). Así, se anula la discusión y se silencia la oposición. Entonces, la pregonada libertad se convierte en ficción, porque sólo en los gobiernos despóticos no hay lucha ni discusión. La libertad existe cuando también existe la seguridad de no ser perseguido como culpable por tener opiniones contrarias al gobierno.

 

 Al final de su vida, Alberdi reflexionó sobre la experiencia liberal en Argentina, reflexión que no sólo da cuenta del pasado, sino que se proyecta amenazante sobre el presente: “Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen…El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo”. 

 

 A la luz de estos escritos, vincular a Milei con Alberdi sólo puede ser el resultado de una lectura aberrante de la Historia. No es liberal sino fascista. Por su alianza inconmovible con el capital concentrado; por la explotación y disciplinamiento de los trabajadores; por la omnipotencia de su voluntad totalitaria; por su desprecio a la ciencia, al arte, a la educación y a la vida; por sus delirios místicos; por el cercenamiento de derechos y la persecución de minorías; por su violencia sin límites. Pero, sobre todo, por el inexplicable apoyo en la sociedad, la Justicia, la política y la prensa. Recuerdo entonces las palabras de Francois Furet: “El misterio del triunfo de Hitler está en el consentimiento de una Nación”.

 

 Les mando un gran abrazo a todos los oyentes de El Club de la Pluma  

 

PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia

 Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

 

 

 

 

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