IMAGINAR
PARA PODER
Decíamos en la columna de la semana pasada que
"en la experiencia absurda el sufrimiento es individual (no es necesario
aclarar que un festejo del gobierno por hambrear y dejar morir a jubilados,
además de ser criminal, y genocida, es absurdo, está fuera de cualquier
racionalidad). El primer progreso de un
espíritu extrañado frente a ese absurdo consiste en reconocer que comparte esa
extrañeza con todos los hombres y que la realidad humana, en su totalidad,
sufre a causa de esa distancia en relación con ella y con el mundo. El mal que
experimentaba un solo hombre se convierte en una peste colectiva. y a partir
del movimiento de rebelión, tiene conciencia de ser colectivo, es la aventura
de todos.
Y bien, por esa causa es que pensamos cómo
atraviesa una sociedad esta situación, cómo se pone en pie una rebelión
efectiva, concreta, una rebelión que sea operativa, que muestre su fuerza y su
capacidad CONSTRUCTIVA, porque de ninguna manera puede imaginarse una rebelión
que sólo se dedique a destruir lo instalado (estoy ahora tratando de transmitir
resumiendo lo que en nuestro grupo pensamos discutiendo, a la manera de lo que
llaman tormenta de ideas, pero sin destinarla a estudio de mercado alguno, sino
expresando las preocupaciones que encontramos en nuestros ámbitos).
Los discursos
hegemónicos se dirigen hoy EXCLUSIVAMENTE al individuo, y se dedican por sobre
todas las cosas a "enseñarle a vivir". Esto no es raro ni está
desacompasado con los intereses del poder real. Tanto es así que su
"enseñanza" deja siempre al individuo tan solo y desamparado como lo
diseñan todas las usinas de sentido de que dispone el sistema (“Cada año se gastan cientos de miles de millones de dólares para
controlar la mente del público”, ha señalado Noam Chomsky, y las pantallas
actúan hoy como un masivo y cómodo arresto domiciliario -cómodo para los que
tienen domicilio, por supuesto). No es otra cosa el auge inaudito del género
editorial de la autoayuda, que invade hasta las formas de lectura de autores
que ni conocieron ni sospecharon que sus textos pudieran usarse para ello. Ahí
están, en todos los muros de todas las redes sociales, las frases melosas y
autocomplacientes que firman autores prestigiosos de todas las épocas. Y ahí
está la gigantesca producción cinematográfica post-apocalíptica multiplicada y
re-versionada hasta la náusea para que empecemos a considerar por qué nos
resulta más fácil imaginar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo.
Aquí se torna necesaria una digresión: la
oposición entre deber y placer, entre moral y dicha o felicidad tiene en la
historia del pensamiento mojones reconocibles, desde Aristóteles a Kant, y
porque conocemos esa discusión es que la desdeñamos. Según kant, por citar un
ejemplo, "la ley moral, en cuanto fundamento para determinar la voluntad,
ha de originar un sentimiento al hacer acallar todas nuestras inclinaciones,
sentimiento que puede ser tildado de dolor". La vía kantiana es la vía del
deber, es la vía del dolor, Estamos en las antípodas de esta idea, no por negar
la existencia del dolor, sino por haber aprendido con los que dieron la vida en
nuestro país la justicia de las palabras de Julius Fucik, revolucionario
checoslovaco:
"Hemos vivido por la alegría,
por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos. Que la tristeza
no sea unida jamás a nuestro nombre."
Para que quede definitivamente claro: no
estamos tratando de llamar a un compromiso moral ni a ningún sacrificio en pos
de una transformación de nuestras vidas. En cualquier caso, hacemos la crítica
de lo que viene destruyendo la idea de sociedad, sus fundamentos mismos, para instalar el FALSO reino del individuo y
la libertad individual. Y si es imprescindible un compromiso, es con nuestra
propia condición de humanos dependientes del trabajo para el sostén de la
propia vida.
Volviendo al núcleo de lo que
venimos diciendo, tratando de pensar los caminos de la rebelión, intentando
pensar su capacidad constructiva, se nos hace evidente al buscar material que
hable del tema, la proliferación de análisis y estudios económicos, políticos o
sociales basados en datos, en estadísticas
y en todo lo que sostenga la supuesta "objetividad" de lo que
postulan. Mientras, son escasos, o brillan por su ausencia, los que se detienen
a reflexionar sobre las condiciones subjetivas de la población (claro que
sobreabundan las mediciones de voto o de apoyo al gobierno, basura
propagandística que "olvida" preguntarse sobre el estado de ánimo de
las masas). Por nuestra parte, proponemos y nos proponemos emplear una función
esencial de la condición humana, reconocida hoy y distinguida como la función
que es excluyente de nuestra especie: hablamos de la capacidad de imaginar. No
intentando imaginar una sociedad nueva, un mundo nuevo, sino empleando la
imaginación de lo cercano: la manera en que podemos imaginar sin atarnos a lo
que naturalizan como "solución": emplearnos a fondo en imaginar
pequeñas soluciones, acuerdos y acciones.
Pretenden dejarnos a la espera de
una nueva "elección", esto es, a que tengamos la libertad de optar
entre zorros para gobernar el gallinero, mientras vacían las arcas del país y
destruyen su economía. En lugar de eso, y sin que sea obstáculo alguno,
mientras tanto, imaginemos posibilidades, tracemos planes, elijamos caminos. La
imaginación no está considerada acá en modo utópico, sino más bien, por
ejemplo, como aquella que empleamos a diario cuando, al mirar una foto,
reconocemos con su ayuda la realidad de lo que vemos en ella: sólo a través de
esa clase de imaginación podemos reconstituir, reconstruir el momento real en
que esa imagen fue producida. La imaginación y la memoria están, en este caso
que ponemos de ejemplo, unidas indisolublemente, y ambas se necesitan de la
misma forma para el acto creativo.
PEDRO RODRIGUEZ
Desde Rosario- Militante
Social
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