RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

lunes, 23 de septiembre de 2024

IMAGINAR PARA PODER - PEDRO RODRIGUEZ

 

IMAGINAR PARA PODER

 

 

 Decíamos en la columna de la semana pasada que "en la experiencia absurda el sufrimiento es individual (no es necesario aclarar que un festejo del gobierno por hambrear y dejar morir a jubilados, además de ser criminal, y genocida, es absurdo, está fuera de cualquier racionalidad).  El primer progreso de un espíritu extrañado frente a ese absurdo consiste en reconocer que comparte esa extrañeza con todos los hombres y que la realidad humana, en su totalidad, sufre a causa de esa distancia en relación con ella y con el mundo. El mal que experimentaba un solo hombre se convierte en una peste colectiva. y a partir del movimiento de rebelión, tiene conciencia de ser colectivo, es la aventura de todos.

 Y bien, por esa causa es que pensamos cómo atraviesa una sociedad esta situación, cómo se pone en pie una rebelión efectiva, concreta, una rebelión que sea operativa, que muestre su fuerza y su capacidad CONSTRUCTIVA, porque de ninguna manera puede imaginarse una rebelión que sólo se dedique a destruir lo instalado (estoy ahora tratando de transmitir resumiendo lo que en nuestro grupo pensamos discutiendo, a la manera de lo que llaman tormenta de ideas, pero sin destinarla a estudio de mercado alguno, sino expresando las preocupaciones que encontramos en nuestros ámbitos).

 

 Los discursos hegemónicos se dirigen hoy EXCLUSIVAMENTE al individuo, y se dedican por sobre todas las cosas a "enseñarle a vivir". Esto no es raro ni está desacompasado con los intereses del poder real. Tanto es así que su "enseñanza" deja siempre al individuo tan solo y desamparado como lo diseñan todas las usinas de sentido de que dispone el sistema (“Cada año se gastan cientos de miles de millones de dólares para controlar la mente del público”, ha señalado Noam Chomsky, y las pantallas actúan hoy como un masivo y cómodo arresto domiciliario -cómodo para los que tienen domicilio, por supuesto). No es otra cosa el auge inaudito del género editorial de la autoayuda, que invade hasta las formas de lectura de autores que ni conocieron ni sospecharon que sus textos pudieran usarse para ello. Ahí están, en todos los muros de todas las redes sociales, las frases melosas y autocomplacientes que firman autores prestigiosos de todas las épocas. Y ahí está la gigantesca producción cinematográfica post-apocalíptica multiplicada y re-versionada hasta la náusea para que empecemos a considerar por qué nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo.

 

 Aquí se torna necesaria una digresión: la oposición entre deber y placer, entre moral y dicha o felicidad tiene en la historia del pensamiento mojones reconocibles, desde Aristóteles a Kant, y porque conocemos esa discusión es que la desdeñamos. Según kant, por citar un ejemplo, "la ley moral, en cuanto fundamento para determinar la voluntad, ha de originar un sentimiento al hacer acallar todas nuestras inclinaciones, sentimiento que puede ser tildado de dolor". La vía kantiana es la vía del deber, es la vía del dolor, Estamos en las antípodas de esta idea, no por negar la existencia del dolor, sino por haber aprendido con los que dieron la vida en nuestro país la justicia de las palabras de Julius Fucik, revolucionario checoslovaco:

 

"Hemos vivido por la alegría, por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos. Que la tristeza no sea unida jamás a nuestro nombre."

 

 Para que quede definitivamente claro: no estamos tratando de llamar a un compromiso moral ni a ningún sacrificio en pos de una transformación de nuestras vidas. En cualquier caso, hacemos la crítica de lo que viene destruyendo la idea de sociedad, sus fundamentos mismos,  para instalar el FALSO reino del individuo y la libertad individual. Y si es imprescindible un compromiso, es con nuestra propia condición de humanos dependientes del trabajo para el sostén de la propia vida.

 

 Volviendo al núcleo de lo que venimos diciendo, tratando de pensar los caminos de la rebelión, intentando pensar su capacidad constructiva, se nos hace evidente al buscar material que hable del tema, la proliferación de análisis y estudios económicos, políticos o sociales basados en datos, en estadísticas  y en todo lo que sostenga la supuesta "objetividad" de lo que postulan. Mientras, son escasos, o brillan por su ausencia, los que se detienen a reflexionar sobre las condiciones subjetivas de la población (claro que sobreabundan las mediciones de voto o de apoyo al gobierno, basura propagandística que "olvida" preguntarse sobre el estado de ánimo de las masas). Por nuestra parte, proponemos y nos proponemos emplear una función esencial de la condición humana, reconocida hoy y distinguida como la función que es excluyente de nuestra especie: hablamos de la capacidad de imaginar. No intentando imaginar una sociedad nueva, un mundo nuevo, sino empleando la imaginación de lo cercano: la manera en que podemos imaginar sin atarnos a lo que naturalizan como "solución": emplearnos a fondo en imaginar pequeñas soluciones, acuerdos y acciones.

 

 Pretenden dejarnos a la espera de una nueva "elección", esto es, a que tengamos la libertad de optar entre zorros para gobernar el gallinero, mientras vacían las arcas del país y destruyen su economía. En lugar de eso, y sin que sea obstáculo alguno, mientras tanto, imaginemos posibilidades, tracemos planes, elijamos caminos. La imaginación no está considerada acá en modo utópico, sino más bien, por ejemplo, como aquella que empleamos a diario cuando, al mirar una foto, reconocemos con su ayuda la realidad de lo que vemos en ella: sólo a través de esa clase de imaginación podemos reconstituir, reconstruir el momento real en que esa imagen fue producida. La imaginación y la memoria están, en este caso que ponemos de ejemplo, unidas indisolublemente, y ambas se necesitan de la misma forma para el acto creativo.

  

PEDRO RODRIGUEZ

Desde Rosario- Militante Social

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