NOS SIGUEN PEGANDO ABAJO
Como habrá advertido quien haya seguido este
espacio, hemos iniciado nuestro trabajo en torno al problema del narcotráfico,
el narco menudeo y la narcocriminalidad, ciertamente por habitar en una ciudad
afectada gravemente por estos problemas. El mero desarrollo de nuestro estudio
nos ha llevado a otros aspectos y temas, no porque los primeros hayan tenido
alguna resolución (más bien lo contrario: se nos muestran datos de
"disminución de muertes" como si esa disminución fuera por el obrar
represivo y no por la negociación abierta entre los interesados para mantener
el gigantesco negocio y favorecer su crecimiento), sino por ir hallando en el
transcurso de nuestra militancia y nuestro estudio obstáculos inmensos para resistir las acciones del poder y para enfrentarlo.
Aunque las preguntas que nos hacemos no estén
taxativamente planteadas, los temas que hemos ido abordando son intentos de
responder a ellas. Los problemas políticos de los trabajadores tienen, según
postulamos, una sola solución: la
organización conciente que defienda los intereses propios, abandonando la
ilusión y las expectativas que generan las políticas tradicionales, y en el
mismo momento necesitamos fundamentar por qué razones planteamos lo que planteamos.
Para ello hemos apelado a pensadores que no necesariamente se identifican con
esta necesidad de transformar nuestra realidad: nos alcanza con que digan algo
cercano a lo que vivimos. En nuestros últimos trabajos abordamos los problemas
de lo que se ha dado en llamar la "sociedad de la información".
Hemos dicho que la información no proporciona significado ni
orientación. Sus datos No se congelan en una narración. Son puramente aditivos.
A partir de cierto punto, ya no informan, deforman. Incluso pueden oscurecer el
mundo. Esto los pone en oposición a la verdad. La verdad ilumina el mundo,
mientras que la información vive del atractivo de la sorpresa, llevándonos a un
frenesí permanente de momentos fugaces.
Esta observación, que es de un filósofo de moda,
se repite a lo largo del tiempo, con esto decimos que no es novedoso. Ray
Bradbury escribió ya en 1953 Farenheit 451, su obra más famosa, y lo hizo en pleno macartismo como una
denuncia a la censura y persecuciones que vivía su país, EEUU, en aquellos
años, En ese libro puede leerse:
"Dale a la gente concursos que puedan
ganar recordando la letra de las canciones más populares. Ó los nombres de las
capitales de Estado, ó cuánto maíz produjo lowa el año pasado. Saturalos de
datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan
abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la
sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven... sin moverse.
Serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian.
No les des ninguna materia delicada como
Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se
encuentra la melancolía."
Es
decir, hablamos de política, y específicamente de las políticas del poder.
Bradbury dice: "Saturalos de datos no combustibles, lanzales tantos hechos
que se sientan abrumados, pero al día en cuanto a información".
Paulo Freire llama a esta política "la
mentalidad bancaria". Un banco de datos sin capacidad de relacionarlos,
sin análisis ni autocrítica. Ustedes saben: Paulo Freire fue el pedagogo y
pensador más notable en la historia de la pedagogía mundial. Para Freire, la
educación debe intensificar la capacidad de remover preconceptos inscriptos
como verdades cuando en realidad son falsedades que abren camino a la
aceptación de nuevas mentiras .
En vez
de comunicarse, el educador hace comunicados y depósitos que los educandos
reciben pacientemente, memorizan y repiten. Tal es la concepción “bancaria” de
la educación, en que el único margen de acción que se ofrece a los educandos es
el de recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos.
En
el fondo, los grandes archivados en esta práctica equivocada de la educación
(en la mejor de las hipótesis) son los propios hombres. Archivados ya que, al
margen de la búsqueda, al margen de la praxis, los hombres no pueden ser. No
existe creatividad alguna, no existe transformación, ni saber. Solo existe
saber en la invención, en la reinvención, en la búsqueda inquieta, impaciente,
permanente que los hombres realizan en el mundo, con el mundo y con los otros.
En
la visión “bancaria” de la educación, el “saber”, el conocimiento, es una
donación de aquellos que se juzgan sabios a los que juzgan ignorantes. Donación
que se basa en una de las manifestaciones instrumentales de la ideología de la
opresión: la absolutización de la ignorancia, que constituye lo que llamamos alienación de la ignorancia, según la cual esta se encuentra
siempre en el otro.
En
definitiva, no hay un saber de “experiencia realizada”: apenas si habrá un
saber de experiencia narrada o transmitida.
No
es de extrañar, pues, que en esta visión “bancaria” de la educación los hombres
sean vistos como seres de la adaptación, del ajuste.
Esto
satisface los intereses de los opresores. Para estos, lo fundamental radica en
la preservación de la situación de que son beneficiarios y que les posibilita
el mantenimiento de la falsa generosidad. Es por esta misma razón por la que
reaccionan, incluso instintivamente, contra cualquier tentativa de una educación
que estimule el pensamiento auténtico, que es CRÍTICO, un pensamiento que no se
deja confundir por las visiones parciales de la realidad y que busca los nexos
que conectan uno y otro punto, uno y otro problema.
Para
la concepción “bancaria”, cuanto más adaptados estén los hombres tanto más
“educados” serán y mejor adaptados al mundo.
Esta
concepción, que implica una práctica, solo puede interesar a los opresores que
estarán tanto más tranquilos cuanto más adecuados sean los hombres al mundo. Y
tanto más preocupados cuanto más cuestionen los hombres el mundo.
Así,
cuanto más se adaptan las grandes mayorías a las finalidades que les sean
prescritas por las minorías dominadoras, de tal manera que estas carezcan del
derecho de tener finalidades propias, mayor será el poder de prescripción de
estas minorías.
Lo que
describimos en el campo de la digitalización, de la información, de la
educación, lo que a diario consumimos en los medios, convertidos de inmediato
en medios de propaganda (y donde los noticieros, los programas de
entretenimiento y hasta la publicidad son vehículos de propaganda), es lo que
se ha denunciado repetidas veces en innumerables oportunidades y lugares. Para
terminar parafraseamos una cita clásica:
a la interpretación necesitamos con urgencia agregarle la
transformación.
PEDRO RODRIGUEZ
Militante Social
8 agosto 2024
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