RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

lunes, 11 de septiembre de 2023

ACHICAR EL ESTADO - LA TRAMPA DETRÁS DEL AHORRO - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

ACHICAR EL ESTADO

LA TRAMPA DETRÁS DEL AHORRO

 

 

 Hola. Soy Lidia Rodríguez Olives y, desde Buenos Aires, saludo a todos los oyentes de El Club de la Pluma.

 

 En la columna del domingo pasado advertíamos sobre la trampa que se esconde detrás del discurso liberal, cuando afirma que hay que bajar los impuestos porque la carga fiscal en Argentina es extremadamente pesada. Vimos que esto no sólo es una mentira, sino que esconde el deseo de proteger a los más ricos a costa del resto y de colocar sus fortunas a resguardo de la obligación de pagar.

 

 Hoy quiero dedicarme a otra de las afirmaciones más repetidas por la derecha liberal: hay que achicar el Estado para reducir el déficit. Lo primero para señalar al respecto es que denota una mirada profundamente ideológica, aunque insistan en que sólo se trata de una cuestión racional. Es que para reducir el déficit no es necesario achicar el Estado: en nuestro país, alcanza con combatir la evasión de las clases más altas y de las grandes empresas que, recordemos, sólo entre 2020 y 2021 evadieron un monto de 42 mil millones de dólares. Proteger la “delincuencia de guante blanco” es una decisión política e ideológica, que sirve como indicador a la hora de ver hacia dónde va el modelo de nuestra derecha liberal.  

 

 Una primera aproximación al problema del tamaño del Estado es de carácter comparativo. En Argentina, del total de trabajadores, el 19% se desempeña en el sector público nacional, provincial o municipal. La media de la región es del 12%. Pero en los países de la OCDE, la media asciende al 21,3%. Y esto nos lleva a una pregunta inevitable: ¿qué modelo de Estado queremos para Argentina? Porque la discusión sobre el tamaño del Estado, que por sí mismo no explica nada, no puede darse aisladamente. Debe estar inserta en un debate más amplio sobre el rol y las funciones que debe cumplir para alcanzar un desarrollo sostenible. Pero también en la discusión sobre las obligaciones y responsabilidades ciudadanas, imprescindibles para mantenerlo y sostenerlo. Todos queremos ser Noruega. Pero para serlo, tendremos que aceptar una presión fiscal del 44,4% del PBI y un Estado que absorba el 30% de la masa trabajadora, con fuerte presencia en los procesos económicos y sociales.

 

 Tendremos que pensar también en un sistema de impuestos progresivos, que grave con fuerza la riqueza y combata con más fuerza aún la evasión. Un caso ilustrativo del funcionamiento del modelo escandinavo que tanto admiramos es el del futbolista John Carew. Fue condenado por evasión y por ocultamiento de fortuna porque, aunque su domicilio fiscal estaba en Inglaterra, residía en Noruega más de la mitad del año. Y por este motivo, según las leyes del país, debía tributar. Acumuló 6 años de incumplimientos. Sólo por 2020, donde declaró ganancias por 725.000 libras esterlinas, debía al Estado noruego 210.000: casi un tercio. Buscó obtener un castigo comunitario, que fue negado por la Autoridad Nacional para la Investigación de Delitos Económicos y Ambientales. Hoy está preso.  

 

 Discutir sólo números resulta, entonces, tramposo si no se tienen en cuenta otras variables. Una de ellas es la distribución territorial del empleo público. El sector público nacional sólo representa un 21% del gasto total. El 66% corresponde a las provincias y un 13% a los municipios. El peso territorial de los gastos nos permite entender la inconsistencia de Cambiemos cuando asegura que, en 2016, produjo un ahorro en el Estado porque la nómina de empleados cayó un 0,4%. Sin embargo, esta baja se explica por la transferencia de la Policía Federal al ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, que recibió 18.300 efectivos. Las políticas de descentralización, especialmente de los servicios de salud y educación, se fueron profundizando en los últimos 40 años.

 

 Redujeron el gasto en el sector público nacional, pero lo aumentaron considerablemente en el ámbito provincial y municipal. En 1960, el empleo público nacional representaba el 67,60% del gasto total, el de las provincias el 23,20% y el de los municipios, 9,20%. Para 2010, el gasto nacional había bajado al 21,76%, pero el de las provincias era del 62,07% y el de los municipios se elevaba al 16,18%. Por lo tanto, la eliminación de ministerios propuesta por Milei no tendría un impacto importante en la reducción del gasto público. Como afirma Oscar Oszlak, “por el carácter federal del país y el hecho de que las elecciones provinciales se han adelantado en casi todos los casos, su fuerza política no podría afectar el empleo público subnacional, por lejos, el más significativo en el país”. Lo mismo cabe para Bullrich, que propone ahorrar reduciendo a la mitad los ministerios. Y a esta altura, los argentinos ya deberíamos saber qué significa “ahorrar” para Juntos por el Cambio. Entre 2015 y 2017, se bajaron 24.000 puestos de trabajo en la administración pública nacional, pero aumentaron 25% los cargos políticos en ministerios, secretarías, subsecretarías, direcciones y puestos extraescalafonarios, por mucho, los mejor remunerados.

 

 Entonces, si achicar el Estado no produce un ahorro significativo, debemos pensar en aquello que se esconde detrás de ese discurso: no se trata de reducir gastos sino de eliminar funciones. Porque el empleo público es mucho más que un número. Para Leonardo Gasparini, “es el principal empleador en las economías modernas. La provisión de servicios básicos, como educación, salud, seguridad y justicia, entre otros, lo convierte en un actor central en los mercados laborales, con incidencia en los resultados de empleo, salario, informalidad y otras variables. Es un indicador de la participación estatal en la economía, con implicaciones sobre los equilibrios macroeconómicos, la eficiencia y la distribución del ingreso”. Según esta interpretación, la reducción del empleo público agravaría las condiciones del mercado de trabajo y contribuiría tanto a la precarización del empleo como al desfinanciamiento del sistema de seguridad social. Porque el empleo público es trabajo registrado, que realiza los aportes correspondientes y permite mantener tanto el sistema previsional como el de salud. Mientras que el sector privado, con una informalidad del 32%, aporta mucho menos de lo que debería. Sin embargo, atentos siempre a aumentar sus ganancias con poco esfuerzo, apoyan la reducción del Estado porque, dada su incidencia en el mercado laboral, les permitiría pagar menos y explotar más.

 

 Una de las críticas más feroces de la derecha hacia el Kirchnerismo es que aumentó el tamaño del Estado. Lo que no dicen es que, a pesar del aumento del número de agentes, el porcentaje sobre el empleo total no sólo se mantuvo: bajó. En 1990 representaba el 20,41% de la PEA; en 2009, el 17,97%; y en 2015, 19%. Tampoco dicen que el Estado aumentó su tamaño, pero también sus funciones y responsabilidades. Y esto es lo que la derecha pretende eliminar disfrazado de un ahorro que no es. Entre 2003 y 2015, se crearon 6 ministerios, 25 organismos descentralizados, 20 universidades, 15 empresas, entre las creadas y reestatizadas y se abrieron nuevos complejos vinculados al sector energético, tecnológico y productivo. Dentro de la administración descentralizada y en el marco de la revitalización de políticas científicas y tecnológicas, el complejo de organismos científicos fue el área que mayor crecimiento registró en sus planteles. El CONICET incorporó 3277 cargos, entre científicos, becarios y técnicos. También crecieron la Comisión Nacional de Energía Atómica y la de Actividades Espaciales, el INTA y el SENASA.

 

 El Estado asumió importantes responsabilidades en el campo de la salud, lo que implicó un aumento del personal en hospitales e institutos, como el Dr. Carlos Malbrán, que incorporó 846 profesionales a su planta permanente; como el Posadas o el de Alta Complejidad de El Cruce, que en 2018 fue calificado por la Revista América Economía, de Chile, como el mejor hospital universitario de Latinoamérica. La expansión de la cobertura social, con la Asignación Universal por Hijo, el Seguro por Desempleo y la Asignación por embarazo, junto con la estatización del sistema jubilatorio exigieron una mayor dotación de personal en la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSES). La reestatización de empresas como Correo Argentino, AySa, Aerolíneas Argentinas, YPF y Ferrocarriles Argentinos implicó el traspaso de trabajadores del sector privado al público. De todo esto se desprende que el Estado no creció ni por la “grasa militante”, como dijo Prat Gay, ni por la abundancia de “ñoquis”, como aseguró Andrés Ibarra. Creció a la par de sus funciones y responsabilidades, y en la medida en que se restauró su presencia en áreas de las que se había retirado. Y esto implica que su tamaño no puede discutirse ni en términos de números ni en términos de ahorro. Debemos pensar seriamente qué Estado queremos, qué funciones, servicios y coberturas pretendemos de él, así como el costo y su distribución entre la sociedad.

 

 Por último, quiero referirme a un aspecto que siempre acompaña, en el discurso de la derecha, a su mirada sobre el Estado. El discurso de achicar el Estado está acompañado siempre por el ataque y la descalificación del empleado público, al que tildan de ineficiente, vago o militante con sueldo inmerecido. Sin embargo, el 44% cuenta con formación universitaria, muy por encima del sector privado, que apenas alcanza el 20%; y si sumamos secundario y universitario incompleto, el porcentaje asciende al 89%. En promedio, tienen 14 años de estudio, superando los 12 años promedio que se registran en el empleo privado formal. 6 de cada 10 empleados públicos en Argentina cubren áreas esenciales, como Salud, Educación o Seguridad. Esta información, de la que nadie habla desde las tribunas de la derecha, permite cambiar el eje del debate. Porque la calificación de la mano de obra es la forma en que se mide la calidad de los bienes y servicios que, tanto el Estado como las empresas, brindan. Y en este campo, sin duda y mal que les pese, es el Estado el que lleva la ventaja.

 

Desde Buenos Aires, saludo a todos los oyentes de El Club de la Pluma.

 


LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia - Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

No hay comentarios: