NUESTRAS
PALABRAS
Desde el momento mismo en que decidimos hablar
y actuar políticamente (en nuestro caso, es lo mismo que decir desde siempre, o
desde nuestra adolescencia como mínimo, desde que adquirimos alguna conciencia
política) tenemos presente que disputamos lenguajes, disputamos ideas
(formuladas en lenguaje, en alguna lengua comprensible), disputamos contenidos,
discursos, palabras, definiciones. Esto
que se afirma acá, sin embargo, es
necesario cernirlo, circunscribirlo: ¿es un problema de lenguaje el que
abordamos? ¿Es una disputa de lenguaje la que nos enfrenta? NO. Lo que enfrenta
a los humanos son los INTERESES, y en primer lugar, los intereses materiales.
La lucha es por la vida.
Al carecer del instinto animal y al ser
esencialmente sociales, nuestra lucha, para tener alguna posibilidad de éxito,
por parcial que éste sea, necesita comunicarse, difundirse, agrupando y
colectivizando. En cuanto decidimos dar esa lucha, no podemos sino programar la
comunicación de nuestros enfoques, de nuestros principios, de nuestras
posiciones. Lo hacemos a diario, a cada minuto, postulando una visión, una
explicación de los sucesos. Es aquí, en este punto, en el que hoy nos detenemos
a pensar, aunque sea brevemente.
Detectamos, como les sucede a muchos, cierta
dificultad para transmitir, para comunicar, para trasladar propuestas,
conceptos o ideas. Nos estamos
refiriendo, y debe aclararse esto, a un problema que no es independiente de la
existencia de discursos hegemónicos, pero que de alguna manera debe encontrar
su caracterización como DESAFÍO a los discursos hegemónicos, a eso que han
llamado "pensamiento único" o "pensamiento unidimensional"
-Marcuse lo definió como ese universo
del discurso poblado de hipótesis que se autovalidan y que, repetidas incesante
y monopolísticamente, se tornan en definiciones hipnóticas o dictados".
Para decirlo abruptamente: existen discursos
hegemónicos, claro, pero no podemos
enfrentarlos con la diáspora de significaciones que nos impiden elaborar
políticas y proyectos -dejamos a un lado, por ahora, el problema de las
"identificaciones primitivas", esas que nos hacen creer que ya
tenemos definido eso y no vale la pena discutirlo.
Hay entonces un problema de lenguaje, sí,
cuando no hay expresiones políticas potentes que reúnan masas de población en
torno a un proyecto, o dicho de otra manera, a un discurso.
De eso estamos hablando cuando decimos
"crisis política", ¿no? Cuando faltan planes que movilicen
expectativas, cuando faltan horizontes o salidas -sin importar que sean
imaginarias o poco creíbles, como se planteó alguna vez aquella "Argentina
Potencia", tal vez la última en que pudo creerse mínimamente, cuando
faltan programas políticos de transformación de la realidad, cada quien
significa como quiere o puede, y todo se vuelve una Babel boba de discusiones
estériles en las redes. En este punto cualquiera estaría tentado a pensar
que ese "mundo repodrido y dividido
en dos" al que aludía la marcha de
la bronca era más sencillo que el actual, en la práctica atomizado y con
impotencia para oponer fuerzas significativas al poder real.
Sin embargo, esta perspectiva pierde de vista
que el poder real TAMBIÉN tiene sus disputas, sus contradicciones y sus
imposibilidades. No hay nada que sea más evidente, y sin embargo se olvida: un
mundo atravesado por conflictos y guerras que amenazan su propia existencia, no
es más que un mundo donde no se consigue ordenar el sistema, darle cauce para
mejor explotar y aumentar las ganancias. El negocio de la guerra, por fabuloso
que sea, no alcanza para explicarlas. Es
insostenible, y que lo reconozca ¡hasta donald trump! debería llamar la
atencíón a cualquiera.
A propósito: la decadente presencia de
enfermos mentales al frente de los gobiernos no hacen más que señalar otra vez
la crisis en que estamos inmersos -hablamos, por supuesto, en principio, de
occidente y de la agonía de su democracia liberal. En el problema del lenguaje
y en el de los gobiernos que padecemos hay muchos ejemplos, no citaremos más
que los que hoy se ponen en juego fuertemente: desde la "libertad"
(pocas palabras han tenido tan infausto destino) al "progresismo"
enfrentado a un supuesto "conservadurismo" (en la época de la
apabullante revolución tecnológica 4.0 emplear estos términos suena cómico),
desde las nociones de "izquierda" y "derecha", tan poco
eficientes a la hora de perforar la mentira organizada, a la llamada
"agenda wouk -woke-" mientras continúa imperturbable el afán de conquistarse por la fuerza o por la explotación...
Necesitamos, como siempre y como nunca tan
urgentemente, salir de falsas oposiciones y enfrentamientos, de discusiones que
tildaríamos de inconducentes si no fueran tan importantes al punto de poner en
juego la vida misma, para pensar y discurrir y planificar y actuar según los intereses propios, que
planteamos son los del trabajo.
Y lo diremos cuantas veces lo necesitemos: que
la tarea de la unidad, no se empantane entre refriegas identitarias y
sectarismos, y que seamos capaces de oponer a la diluyente acción del enemigo
la contundencia de un proyecto emancipador. Sin abandonar jamás la creación,
condición sine qua non para producir ese discurso emancipador, porque como dijo
el escritor mexicano Carlos Fuentes: "El Arte da vida a lo que la Historia
ha asesinado" (¡y vaya si los mexicanos y los latinoamericanos sabemos de
historia asesinada!)
Desde Rosario- Militante Social
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