RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

jueves, 9 de noviembre de 2023

SEÑALANDO AL ENEMIGO - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

 

SEÑALANDO AL ENEMIGO

 

 

Saludo a los oyentes de El club de la Pluma. Soy Lidia Rodríguez Olives

 

 Hace 40 años, el 30 de octubre de 1983, Raúl Alfonsín ganaba las elecciones presidenciales. Terminaba así la Argentina de los secuestrados, torturados y desaparecidos; de las cárceles clandestinas y los vuelos de la muerte; de las listas negras y los exiliados; del robo de niños, el cambio de identidad, el “algo habrán hecho”, la picana y el Falcon verde. Con el 52% de los votos había conseguido, también, exorcizar la historia: por primera vez el partido Radical derrotaba al peronismo en elecciones limpias y sin restricciones.

 

 Su campaña electoral, que capturó un apoyo que excedía con creces al de sus votantes tradicionales, estuvo basada en un conjunto diverso de propuestas. Fuertemente estructurada en torno al liderazgo de Alfonsín, valorizó la vigencia de un Estado de Derecho, la voluntad de cambio y la necesidad de orden, el respeto a la ley y el sometimiento irrestricto a la Constitución Nacional como principios unificadores de la sociedad. Planteó con claridad los que serían sus objetivos de gobierno: reducir la inflación, aumentar la producción y mejorar la distribución del ingreso.  Al mismo tiempo, señaló la importancia de la movilización popular como base de la democracia y colocó en el centro de la escena aquello que la daña irreparablemente: la inconducta de los gobernantes y la corrupción.

 

 De cara a la sociedad, el liderazgo de Alfonsín se fue consolidando en los primeros años de gobierno. En junio de 1985, con el inicio del Plan Austral, su imagen positiva alcanzó el punto más alto: 75% de aprobación. Y en noviembre del mismo año, las elecciones para la renovación del Congreso Nacional ratificaban el fuerte apoyo popular: con una participación del 83,77%, la UCR obtuvo el 43,58% de los votos, frente al escaso 24,49% del peronismo.

 

 Pero 2 años después, las cosas habían cambiado. El 6 de septiembre de 1987, la segunda renovación del Congreso significó una derrota aplastante para el oficialismo. Un peronismo renovado se impuso con el 41,29% de los votos, ganando también 16 gobernaciones, mientras la UCR, con el 37,34%, sólo pudo retener dos provincias: Córdoba y Río Negro. Y en 1989, el estallido de una fenomenal crisis económica producía la voladura total del sistema, llevándose puesto al que pretendió ser el “Tercer movimiento histórico”. Con una inflación que no bajó del 300% mensual e hizo subir la pobreza por encima del 20%, sin reservas en el Banco Central ni financiamiento externo, con una conflictividad social creciente que se manifestó en saqueos y otras expresiones de violencia, un gobierno ya sin rumbo dispuso el adelantamiento de las elecciones primero y del traspaso del mando después. Finalmente, el 8 de julio, Raúl Alfonsín entregaba el gobierno al recientemente electo Carlos Saúl Menem. El acto estuvo cargado de simbolismo institucional: la última sucesión democrática había ocurrido en 1952. Pero ese simbolismo no alcanzaba para ocultar la hecatombe económica en que se hundía el país. Y, frente a esto, la Historia se pregunta ¿qué pasó?

El gobierno militar dejó a la naciente democracia una herencia económica catastrófica. La desocupación crecía mientras el ingreso de los asalariados acumulaba varios años de retroceso. La inflación se acercaba al 400% y el Banco Central no disponía de reservas. La deuda externa, que se había multiplicado por 5 desde 1976, representaba el 70% del PBI: 46.200 millones de dólares. Además, al momento de asumir Alfonsín, se debían 20.000 millones de dólares por atrasos en los pagos. También recibía un país desindustrializado, con una economía controlada por un puñado de poderosos actores que concentraban la producción.

 

 Frente a esta situación, el radicalismo mostró un poco de ingenuidad y bastante desinformación. Prueba de ello es la gestión de Bernardo Grinspun en el Ministerio de Economía. Intentó aplicar políticas redistributivas de corte keynesiano que, según sostenía, permitirían recuperar el desarrollo industrial y el crecimiento. Así se había hecho en todas las crisis del modelo industrialista. El problema fue que ese modelo ya no existía. Porque la Dictadura produjo rupturas y cambios en el funcionamiento de la economía de los que no eran conscientes las nuevas autoridades. Álvaro Alsogaray sí lo sabía y en diciembre de 1983 afirmaba: “El Ministro de Economía de Alfonsín no está lo suficientemente informado sobre la realidad que va a recibir y procede según creencias del pasado. Cuando se entere, se verá obligado, probablemente, a adoptar otras medidas”. En este sentido 1976 representa, en la Argentina, un corte histórico. Porque el golpe de ese año no estuvo dirigido, como los anteriores, contra un gobierno o contra una situación social particular. Estuvo dirigido hacia la destrucción total del modelo industrialista desarrollado desde 1930, donde el protagonismo tanto de los trabajadores como de sus poderosas organizaciones sindicales, erosionaron el poder económico, social y político de la elite económica local. En una sociedad donde las empresas y los trabajadores tienen la misma cuota de poder, resulta imposible para las primeras aumentar sus ganancias bajando salarios, quitando derechos o aumentando la tasa de explotación. Para una máxima rentabilidad, el modelo debía ser destruido y la sociedad disciplinada, asegurando no sólo la tasa de ganancia sino el control mismo del aparato estatal, que impediría volver atrás. Esa captura del Estado fue agudamente percibida por Juan Aleman, que en marzo de 1983 escribió: “El próximo gobierno estará tan inhibido de actuar que, virtualmente, estará condenado al fracaso”.

 

 El modelo surgido de este contubernio cívico- militar, que requería para su instauración de la violencia y el terrorismo de Estado, fue el de la valorización financiera, con endeudamiento y fuga de capitales. La industria dejó de ser el motor del crecimiento y el sector financiero, hasta entonces marginal y subsidiario de otras actividades productivas, ocupó el centro de la escena como principal forma de reproducción del capital y obtención de ganancias.

 

 Al abrir la economía al comercio mundial, pequeñas y medianas empresas quebraron frente a la competencia. Creció entonces la desocupación y cayó drásticamente el salario real. Pero también se produjo una profunda concentración de la producción. Pocas, pero poderosas empresas, pasaron a dominar un porcentaje muy alto del mercado, situación que se profundizó con cada gobierno neoliberal y sobrevive en la actualidad ¿Y qué significa esto para el ciudadano de a pie? Significa que el precio que pagamos por los productos no resulta de sus costos de producción sino de lo que fijan a su antojo las empresas. Significa también que, cuando sienten amenazados sus privilegios por las políticas de un determinado gobierno, pueden generar procesos inflacionarios desestabilizantes, como le hicieron en 1988 a Alfonsín para voltear el Plan Austral, en 1989 para sacarlo de la presidencia o como lo están haciendo ahora. Y si la sociedad está cautiva, no lo está menos el Estado Nacional. Porque la existencia de pocos proveedores deriva en los sobreprecios que el Estado paga por las compras que realiza, como sucede hoy con Techint en Vaca Muerta.

 

 Los grandes grupos económicos consolidados durante la Dictadura, recibieron de ésta ventajas impositivas. Entre ellas, la eliminación de los aportes patronales con la excusa de reducir sus costos y mejorar la competitividad. Esta reducción de los ingresos percibidos por el Estado fue compensada con la generalización del IVA, impuesto regresivo que impacta sobre los sectores más vulnerables. Desde su implementación, en 1975, medicamentos, alimentos, bebidas, materiales de construcción, libros y artículos de limpieza estaban excluidos del pago de ese tributo. Pero la dictadura los incluyó y, de este modo, toda la sociedad terminó financiando el ahorro y los privilegios de unos pocos. Otro gobierno neoliberal, el de Menem, incluyó los servicios en el universo imponible y elevó la alícuota del 13% al 21%.

 

 La Ley de Entidades Financieras liberó el mercado de cambio, facilitando tanto el endeudamiento masivo como la fuga de divisas al exterior. Así, las empresas y el Estado iniciaron un ciclo de endeudamiento inédito en la Historia Argentina. Las primeras, para obtener ganancias especulativas; el segundo, para asegurar la disponibilidad de divisas con que las empresas especulaban. Sucedió en la Dictadura, pero también con Macri en 2018. Cuando la disponibilidad de créditos de agotó y los acreedores reclamaron el pago, un Estado cautivo se hizo cargo de las deudas contraídas por los privados, condenando a toda la sociedad y a las futuras generaciones. La Ley de Entidades Financieras sigue hoy en vigencia.

 

 Transcurridos más de 40 años desde esa experiencia, el desafío para la sociedad argentina sigue siendo el mismo: conocer el modelo impuesto por la Dictadura, su funcionamiento y su persistencia. La experiencia alfonsinista nos dice que el poder destructivo de los que fueran socios civiles de la Dictadura es grande; que su lógica y sus formas de operar son destructivas para la sociedad porque, dueños de la economía y del poder, edifican su fortuna sobre la miseria de la mayoría. En este sentido, no son adversarios: son enemigos. Alfonsín no percibió esta diferencia y eso le impidió llevar adelante una estrategia adecuada: frente a una crisis profunda, con el adversario se acuerda, pero al enemigo se lo combate. Sólo el consenso político convierte el apoyo electoral en una coalición dominante capaz de enfrentar y cambiar el modelo. Y sólo una sociedad que conoce podrá movilizarse y dar el apoyo necesario. Quien no conoce, no comprende. Y entre la ignorancia y la incomprensión, hoy corremos el riesgo de profundizar un modelo destructivo (como hemos hecho otras veces) ya no con las botas sino con la fuerza de los votos. Militemos la Historia porque no hay espacio para el error. 

 


LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia

Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

 

 

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