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domingo, 17 de septiembre de 2023

RUSIA, CHINA Y ESTADOS UNIDOS… EN BÚSQUEDA DE ASOCIACIONES ESTRATÉGICAS - LIC. CHRISTIAN CIRILLI

 

RUSIA, CHINA Y ESTADOS UNIDOS…

EN BÚSQUEDA DE ASOCIACIONES ESTRATÉGICAS

 

 

 No es la primera vez que se reúnen Vladimir Putin y Kim Jong-un. La primera vez fue el 25/04/2019, también en Vladivostok, lugar elegido por las autoridades norcoreanas por la predilección de Kim, obsesionado por su seguridad, de viajar en tren y jamás en avión. En aquella oportunidad el mundo no estaba tan convulsionado ni en pleno proceso de modificaciones del esquema de poder como está hoy. Pero los estadistas olfateaban movimientos tectónicos.

 Las relaciones entre ambos países habían sufrido un congelamiento tras la disolución de la Unión Soviética, que era el gran aliado protector del régimen socialista juche. El presidente Yeltsin fue un gran crítico del gobierno norcoreano y prácticamente apoyó todas las políticas sancionatorias de Occidente mientras se regodeaba de ingresar al G8, que era el G7 + Rusia.

 

 Ya con Putin en el poder, durante los primeros años la situación no cambió demasiado: su gobierno – y luego el de Medvédev - se mostró crítico de la investigación bélica nuclear de Corea del Norte, aun con las experiencias dramáticas de Irak y Afganistán, y hasta apoyó solapadamente la negociación de alimentos por desnuclearización encarada bajo el patrocinio de la ONU. Pero para 2019 la situación había cambiado totalmente. Putin ya había dado su discurso “perturbador” en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007, acusando a Occidente Colectivo de un orden unipolar injusto y arbitrario; el cual constituyó un verdadero parteaguas en su política exterior. Para 2008 ya había intervenido en el Cáucaso, frenando el empuje atlantista en Georgia. Para 2014 anexionó Crimea y respaldó furtivamente los alzamientos del Donbás.

 

 Y para 2015, salió en auxilio de una República Árabe Siria asolada por el yihadismo internacional, que respondía a los intereses de la Anglósfera. Pero Rusia es un país inmenso que también tiene presencia en el Extremo Oriente, fundamentalmente en la zona del Pacífico Norte, donde contraste con su enemigo histórico, Japón, y su creciente reivindicación del imperialismo de preguerra, esta vez, de la mano del aliado norteamericano.

 Entre esas reivindicaciones niponas están las islas Kuriles, obtenidas por la URSS al fin de la Segunda Guerra Mundial. Desde ese lugar, encontrar aliados, más allá de algunas cuestiones de sintonía ideológica, es fundamental para fortalecer las situaciones. La península coreana está absolutamente militarizada.

 

 Pero el mayor desafío lo presentan la impresionante cantidad de fuerzas estadounidenses presentes tanto en Japón como el Corea del Sur, sin contar las bases desperdigadas por el Pacífico, desde Pearl Harbour hasta Guam, pasando por Singapur y las Filipinas. Durante 2019, además, el mandatario norcoreano tuvo innumerables choques verbales – con sus correspondencias en acciones – con el presidente estadounidense Donald Trump, donde uno y otro amenazaron con reducirse a cenizas. Estas bravuconadas de Trump, que eran tamizadas por sobrevuelos de bombarderos B-52 o B-2 cerca del espacio aéreo norcoreano, tenían la peligrosidad de que, ante un fallo de cálculo, se generase un casus belli.

 

 En ese sentido, chinos y rusos, que comparten frontera con Corea del Norte, se sentían desafiados porque Kim descansa su disuasión en el instrumento nuclear, básicamente. Desde ese lugar, Kim sabía que mostrarse con Xi Jinping – con quien se reunió en marzo de 2018 – y luego con Putin, le proporcionaría un respaldo político indudable, simbolizando que se internacionalizaría el conflicto. Kim sabe muy bien que su dinastía y el régimen juche son una oportuna creación de la Guerra Fría y de los PC de las URSS y de China. Hoy las naciones herederas aun necesitan de los norcoreanos como una zona búffer que mantengan más o menos alejadas a las tropas estadounidenses. Pero ahora es 2023. Y han pasado algunas cosas más estos últimos años.

 

 Rusia se halla en una guerra abierta con la OTAN en el “campo de pruebas” ucraniano. No es una guerra territorial. Es una guerra que supera las cuestiones geográficas y se expande hacia la creación de nuevas instituciones que impongan un mundo multipolar, donde Occidente ya no tenga el predominio de barajar las cartas y asignarle caprichosamente valores. Otros chispazos siguen activos, a punto de explotar, como el Sahel, el Levante y el Cáucaso, que son resortes de la misma dinámica. En virtud de la consagrada interconexión entre los escenarios europeos y asiáticos, máxime considerando que el polo de poder económico ahora hace epicentro en China, India y zonas circundantes, la conflictividad está girando lentamente hacia la zona del extremo oriente, la llamada región del Indo-Pacífico.

 

 De hecho, la proliferación de alianzas militares de inspiración occidental por esos lares es inaudita: al Five Eyes y al ANZUS, sobrevivientes de la guerra Fría, se le sumaron el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad o QUAD en 2008 y el AUKUS, en 2021, destinados a “contener” a China, y negarle los pasos marítimos de aprovisionamiento, como alguna vez se hizo, allá por el siglo XIX, en las guerras del opio, que los chinos recuerdan amargamente como una piedra en su destino, que inauguró “el siglo de la humillación”.

 

 Pero quizás lo más llamativo fue la reciente reunión en Camp David, Washington, el 17 de agosto, de la tríada occidental del Extremo oriente, compuesta por Japón, Corea del Sur y Estados Unidos, tres países ubicados directamente “en la frontera” geoestratégica con chinos, rusos y norcoreanos, que sellaron una alianza “de todo tipo” que incluiría la instalación de armamento nuclear y misilería estratégica. Esto se hace aún más peligroso a sabiendas que ambas coreas no tienen un tratado de paz, sino simplemente un armisticio... tratado firmado por firmado por Corea del Norte y Estados Unidos el 27 de julio de 1953 ¡no por Corea del Sur! que declaró el fin de las hostilidades pero no el estado de guerra, y el establecimiento de una zona desmilitarizada tomando como referencia el paralelo 38 norte.

 

 A eso sumemos que Corea del Sur y Japón sellaron una amistad histórica, puliendo sus rencores de posguerra, y que ambas naciones han incrementado enormemente sus presupuestos de defensa, abriendo o previendo abrir “oficinas de enlace” de la OTAN en sus capitales. En el caso nipón, además, este 18 de agosto entró en vigor el Acuerdo de Acceso Recíproco (Reciprocal Access Agreement), que la une a Australia en cuestiones de defensa, lo que significa una vinculación indirecta de Japón al AUKUS. En ese marco, no puede asombrarnos entonces esta nueva reunión entre Putin y Kim, que viene apenas después de la visita del ministro Shoigú a fines de julio a Corea del Norte, donde fue convidado incluso al desfile del 75° Aniversario fundacional de la República, como un invitado de honor.

 

 Lo cierto es que Putin y Kim rubricaron un nuevo acuerdo, que implica obviamente un intercambio de armamento y tecnología, incluso espacial, para lo cual visitaron el cosmódromo militar de Vostochni, pero que además saca a Corea del Norte del aislamiento político internacional al que usualmente es sometido y lo encolumna decididamente bajo la protección sinorrusa, fundamentalmente, por el importantísimo rol que jugaría en caso de una conflagración como primera línea de trincheras. Kim Jong-un lo sabe perfectamente y piensa sacar el mayor rédito de su situación, que es comprometida, pero que también le abre un panorama alentador.

 De hecho, enfatizó que su visita "se produce en un momento muy importante" aclarando que "Ahora la parte rusa recibe a Corea del Norte con un sentimiento muy cálido". Nótese que Kim dijo “ahora” pues no siempre fue así. Este encuentro no solamente tiene alcances para Asia… sino también para Europa. Norcorea suministrará masivamente municiones y armamento de artillería, tanques, drones y misilería a Rusia, para engrosar sus arsenales. Esto generó el repudio occidental… que a mediados del año pasado había ido a exigir exactamente lo mismo a Surcorea y Japón en una misión de Jens Stoltenberg en persona. Es que la paja en el ojo ajeno se ve más que la viga en el propio.

 

 Casi en paralelo a la reunión Putin-Kim, Joe Biden empezaba su gira en Vietnam, un país que fuera devastado por la violencia francesa y estadounidense durante casi 20 años. Biden declaró enfáticamente “no pretender contener a China” sino “buscar la prosperidad y seguridad de la región”, lo que más o menos significa afirmar y negar algo al mismo tiempo. Lo cierto es que, más allá de acuerdos comerciales, entre los que se cuenta tratados por aviones Boeing 737 y semiconductoress, Biden fue a Vietnam a buscar una nueva alianza militar, destacando los problemas irresueltos entre Hanoi y Beijing respecto a ciertas reivindicaciones territoriales en el Mar de China Meridional. Pero Vietnam no quiere abandonar ni por asomo sus acuerdos secretos de armas con Rusia, y con China, siendo vecina, la une un comercio nada desdeñable. Más allá de algunas cuestiones de soberanía, China es el principal socio comercial de Vietnam y Vietnam es el sexto socio comercial de China, siendo el principal socio comercial de China dentro de la ASEAN.

 

 Dudosamente ingrese en una alianza militar contra dos importantes socios estratégicos, a pesar del conocido signo independentista vietnamita, que tiende a contrarrestar y equilibrar influencias buscando cercanía a Japón y a los Estados Unidos En su libro blanco de Defensa de 2019, Vietnam reafirma el principio de los tres “no”, esto es, “no” a las alianzas militares; “no” a las bases militares extranjeras en su territorio; y “no” a amenazar con el uso de la fuerza en las relaciones internacionales.

 

 En concordancia con los sucesos citados, el tercer gran protagonista de este cruce de potencias en búsqueda del rediseño global, me refiero a China, hacía también su parte en esta oleada de acercamientos hacia naciones pequeñas en cuanto a influencia, pero valiosas en cuanto a la suma de peso crítico. Xi Jinping invitaba a Nicolas Maduro a Beijing, para hablar de comercio y cooperación tecnológica, alcanzando ambos la categoría de “socios estratégicos”, en lo que podría ser la antesala de la incorporación venezolana al BRICS en la próxima cumbre.

 

 Les habló Christian Cirilli, espero hallan disfrutado esta columna internacional.

 

 Los espero la próxima semana en una nueva entrega, siempre aquí, por el Club de la Pluma.

 

 


LIC. CHRISTIAN CIRILLI

 Analista Internacional

 Licenciado en administración UBA De ciencias económicas

 

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