ENTRE LA
MEMORIA, LAJE Y EL NUNCA MÁS
Desde Buenos Aires, saludo a todos los que escuchan El
Club de la Pluma
El 24 de marzo,
manifestaciones multitudinarias que se repitieron en todo el país, recordaron
al gobierno y al mundo entero que los argentinos (no todos, pero sí una amplia
mayoría), tenemos memoria. El mismo día, el negacionismo libertario se expresó
en un video donde Agustín Laje decía: “Las generaciones que no vivimos los años
70 queremos conocer la Historia de manera completa, sin revanchismos, sin
anteojeras, y sin conveniencias políticas y económicas que la ensucien y la
distorsionen”. Bueno Agustín… Vos lo pedís, vos lo tenés.
Lo primero que
llama la atención desde la ciencia histórica, es la unicausalidad utilizada
para explicar la violencia de los 70. Para Laje, sólo cuenta la Guerra Fría,
ignorando que fenómenos mundiales como la Gran Crisis de 1929 impactaron de
manera distinta en EEUU, en Rusia o en los países escandinavos porque lo
hicieron sobre situaciones internas diferentes. A esta altura, no creo ni en la
inocencia ni en la desinformación de quienes sostienen esta mirada. Es su marco
profundamente ideológico lo que la convierte en una visión sesgada, justo
aquello que dicen combatir.
La violencia argentina de la segunda mitad del siglo XX
no la importamos en los 70, sino que tiene su origen durante los gobiernos
peronistas, 20 años antes. Fue entonces cuando la consigna de “aniquilar al
enemigo” se desprendió de las ataduras de la moral, de la ética y de las reglas
democráticas para ser explicitada como objetivo a lograr. Así lo demuestran las
2 bombas que el 15 de abril de 1953 hizo estallar la oposición, dejando un
saldo de 5 muertos y más de 100 heridos. También, el bombardeo de Plaza de
Mayo, el 16 de junio de 1955. 350 civiles muertos y más de 2000 heridos no
pareció ser, para estos asesinos, un precio elevado si allanaba el acceso al
poder. Tampoco importaba derrocar a un gobierno que, en las últimas elecciones,
había logrado un apoyo del 64%. La UCR, con sólo el 32,31%, se creyó con el
derecho de imponerse por la fuerza. Y debo decir que, en 35 años de docencia,
no fueron pocos los padres de alumnos que se enteraron de estos hechos por sus
hijos. Después me hablan de adoctrinamiento… A ver si se enteran que diversos
estudios historiográficos no de peronistas sino de académicos extranjeros,
consideran tanto el bombardeo de Plaza de Mayo como la matanza de trabajadores
durante la Semana Trágica y los fusilamientos de Yrigoyen en la Patagonia,
ejemplos de Terrorismo de Estado y prólogo necesario del instaurado en el 76.
La escalada de
violencia antiperonista se profundizó con la caída de Perón. El Decreto 4161
del 5 de marzo del 56, disuelto ya el Partido Peronista, prohibió en todo el
territorio la utilización de imágenes, símbolos, signos y expresiones
representativas. También, las palabras “peronismo”, “peronista”,
“justicialismo”, “justicialista” y “tercera posición”. Hasta cantar la Marcha
estaba prohibido. Sabemos que Milei es un hipócrita, pero la hipocresía
política no la inventó él. Aquellos que no dudaron en matar inocentes; que
fusilaron en descampados; que persiguieron, detuvieron y torturaron opositores
y delegados sindicales; que proscribieron a un partido mayoritario y que
impusieron la “paz de los cementerios”, justificaron su decreto afirmando que
todo aquello que prohibían, “ofende el sentimiento democrático del pueblo
argentino, (…) es motivo de perturbación de la paz interna y una rémora para la
consolidación de la armonía”. Como vemos, tampoco inventó Patricia Bullrich
esto de matar y violar derechos en nombre de la paz y la convivencia.
Habiéndose formado
en Ciencias Políticas, resulta llamativo el silencio de Laje sobre la larga proscripción
del peronismo y sobre la incidencia que pudo haber tenido en la violencia
posterior. Lo primero que uno aprende en esta disciplina es que los partidos
políticos canalizan el conflicto social. Lo encuadran y encauzan dentro de la
institucionalidad, impidiendo que se exprese de forma violenta. Obturada la vía
institucional, cualquier politólogo novato sabe que el descontento buscará
otras formas de expresarse. Entonces, del abismo sobre el que nos precipitamos
en los 70 son responsables tanto los partidos políticos como el Poder Judicial,
la prensa y las FFAA, la sociedad gorila y todos aquellos que acordaron
silenciar a la mayoría. Estoy esperando que alguien se haga responsable…
Al referirse a las
agrupaciones armadas, Laje no duda en adjetivarlas como terroristas. Pero el
terrorismo exige mucho más que la portación de armas. Exige que las acciones
estén dirigidas contra una población civil indefensa y que la muerte de civiles
no sea una excepción sino su modo de acción. En este sentido, Richard
Gillespie, profundamente crítico con Montoneros, afirma que los términos
“Terrorista” o “terrorismo” no le son aplicables. Porque dirigieron sus ataques
contra agentes del Estado y enemigos políticos claramente definidos, no contra
inocentes. Terrorista fue Sendero Luminoso en Perú, matando campesinos por “inútiles”
para la revolución; terrorista es Israel, que asesina palestinos inocentes en
el frente de Gaza. Pero ni el ERP, ni Montoneros, ni las FAL o las FAP lo
fueron. Sus delitos son crímenes comunes y debieron enfrentarse con la ley, no
con la ilegalidad.
Agustín (con sus
anteojeras puestas), dedica un amplio espacio a señalar el adiestramiento que los
grupos armados tuvieron en Cuba. Llama la atención su “olvido” (tan
conveniente, por cierto) sobre la formación de nuestras FFAA. Documentos desclasificados
en Francia nos muestran que su “doctrina de la Guerra Sucia” se enseñó en
Argentina desde 1957, mucho antes de que aparecieran en escena el ERP o
Montoneros. Se hizo a través de manuales y cursos dictados en la Escuela
Superior de Guerra. También, con capacitación de oficiales argentinos en
Francia, que serían destinados a ocupar los Estados Mayores. En 1959 se
estableció una delegación permanente de expertos franceses, con gastos
cubiertos por el Estado Nacional y el goce de total impunidad por delitos
cometidos durante su misión. Las FFAA se apropiaron así de la experiencia
francesa en las guerras de Indochina y de Argelia. Aprendieron sobre torturas,
asesinatos selectivos, infiltración en sindicatos y partidos políticos,
violación de domicilio, atentados con banderas cambiadas, desaparición de
cuerpos, guerra psicológica y campañas sucias de prensa. Pero, sobre todo,
aprendieron a hacerlo sin el menor remordimiento porque, como decía el manual,
“Es preciso utilizar métodos y acciones clandestinos. Es preciso que esos
métodos sean admitidos con el alma y nuestras conciencias como necesarios y
moralmente válidos”. Lo que no les enseñaron es que a esto se llama “Terrorismo
de Estado”.
Laje pone en duda
los 30 mil desaparecidos. Nunca oyó hablar de los archivos desclasificados de
la CIA, donde la Junta informaba que, hasta 1978, los muertos y desaparecidos
ascendían a 22 mil. Lejos está la Historia de desconocer que la represión
ilegal se inició con López Rega y la Triple AAA. Pero tampoco desconoce que el
Terrorismo de Estado fue organizado y sistemático a partir de 1976. Según los
datos estadísticos de la Secretaría de DDHH (esa que Milei desmanteló), los
muertos y desaparecidos entre el 74 y 75 fueron 916; entre el 76 y 77, 6679. Y
si no hubiesen destruido la documentación, el número sería mayor. También sabe
que, entre 1976 y 1983, no fueron “guerrilleros” las víctimas. Sabe que sus
fuerzas habían sido diezmadas por el gobierno anterior. Fueron representantes
sindicales, estudiantes, trabajadores, intelectuales y periodistas, lo que echa
por tierra la teoría de la “guerra interna”.
Y esto habilita la
reflexión sobre los socios civiles de todas las represiones, especialmente de
la desatada en 1976. Según Laje, la Historia hay que mirarla sin conveniencias
económicas. Pero son, justamente, los intereses económicos los ausentes más
llamativos en su discurso. Seguir la trayectoria del General López Aufranc
permite esclarecer la estrecha relación existente entre el capital concentrado
y la Dictadura.
Alumno destacado
de la escuela francesa, en 1958 fue enviado a combatir en Argelia. En 1959, fue
el primer instructor de la tortura en Argentina. El Plan Conintes de Frondizi,
en 1960, lo encontró coordinando las acciones represivas desde el Comité de
Lucha contra la expansión marxista. También fue profesor, en 1961, del Primer
Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria. Encabezó la represión al movimiento
obrero durante el Cordobazo y, dos años después, la que se desató contra la
huelga metalúrgica en Fiat. Así, la empresa pudo despedir a delegados y a más
de 300 trabajadores. Desde su retiro, en 1973, los vínculos con el mundo
empresario se estrecharon. En 1975, movilizó todos sus contactos para reprimir
la huelga de Acindar, en Villa Constitución. En el operativo Serpiente Roja del
Paraná, coordinó a efectivos de la policía provincial, prefectos, matones de la
UOM y paramilitares de la Triple A. Instaló en el predio de la fábrica un campo
de concentración con 300 detenidos, 23 de los cuales están desaparecidos. Como
premio, fue nombrado Director de Acindar en 1976, cargo que ocupó hasta 1992.
En cuestión de días, despidió 1000 obreros, archivó convenios laborales y prohibió
toda actividad gremial. Acusado por delitos de lesa humanidad en 1983, fue
protegido por el plan de impunidad que eximió de la justicia a tantos
empresarios, esos mismos que, en 1988, lo premiaron en la Fundación Konex con
el diploma al mérito y el platino a ejecutivos destacados; los que lo arroparon
como integrante del Consejo Empresario Argentino, del Consejo Argentino para
las Relaciones Internacionales, de FIEL, del foro de IDEA y de la Cámara
Argentina de Comercio. En su biografía no hay lucha contra la “guerrilla apátrida”
ni contra fuerzas revolucionarias. Aufranc, formado como asesino en la escuela
francesa, pasó su vida matando y reprimiendo trabajadores. En la puja
distributiva que zanjó con sangre la Dictadura, Aufranc se jugó por los
empresarios. Y, como Blaquier, murió impune.
Saber Historia es
comprenderla. La comprensión se apropia de conceptos para aplicarlos a nuevas y
diferentes realidades. Porque Dictadura no es sólo la de Videla. Porque los
intereses económicos pueden ser los mismos a lo largo del tiempo y Albano
Arguindeguy, mutar en distintas e igualmente letales caras. Porque las medidas
económicas no son aisladas, sino que forman parte de un modelo y, aunque te
digan lo contrario, puede que estén haciendo lo mismo. Porque la impunidad es
clandestina o a cielo abierto y sus cómplices, repetidos. Porque violar
derechos requiere siempre de colaboradores y aliados. Porque la legitimidad
necesaria para cometer atrocidades se puede buscar con un mundial o con un
video. La Memoria, la Verdad y la Justicia no son banderas para un pasado
concreto. Son para todos y para siempre. Nunca Más significa que, finalmente,
somos capaces de desterrar cualquier forma de tiranía.
Les mando un gran
abrazo a los oyentes de El Club de la Pluma
PROF.
LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES
Profesora
de Historia - Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO