RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

sábado, 30 de agosto de 2014

¿¿¿DE QUÉ HABLAMOS???

¿¿¿DE QUÉ HABLAMOS???

Sucede que, supuestamente tenemos que elaborar un editorial que, al menos, contemple algunas de las situaciones ocurridas o por ocurrir.
Que de alguna manera pongamos a circular una idea, un pensamiento que, a la vez de plasmar un hecho concreto, viabilice una propuesta, una estrategia.

Se supone que deberíamos hacer referencia por ejemplo a la parodia disfrazada de “paro” o “huelga” que unos personajescos impusieron, sin mayor consenso, para manifestar una disconformidad que no se alcanza a comprender.
Recordábamos viejas épocas en donde los paros, la detención de las actividades era algo realmente complicado para la gente de a pie. Hubo oportunidades en que el transporte público se paralizaba en medio de cualquier avenida, de cualquier calle, donde el conductor sencillamente frenaba, detenía el vehículo, y se retiraba, dejándolo cruzado en medio del camino…Alguno podría expresar: “esos eran paros y no la mamarrachada última de los gerentes sindicales de la oligarquía fascista…”

Se supone que tendríamos que, también, hacer algún comentario en relación al lamentable accionar de una supuesta izquierda argentina. Bueno, no queremos desbocarnos, pero…¿alguien les habrá alcanzado alguna brújula como para que comprendan que era para otro sitio eso de la izquierda?...
Hay declaraciones, manifestaciones que cuesta comprender, y más si hacemos un recorrido histórico sobre movimientos sociales, obreros, políticos.

Según algunas voces, es imposible gobernar sin el “peronismo”, ya en su tiempo el Gral. Juan Domingo Perón decía algo así como que al final “…todos son peronistas…” Hoy parecería que equivaldría a decir “…hoy todos, de alguna forma, son kirchneristas…”
Lo cierto es que con el correr de los tiempos han cambiado en grado sumo las concepciones sobre política, partidos, sindicalismo, movimiento obrero, etc.

En fin, algo de eso era uno de los temas para editorializar, lo mismo que lo que aún persiste en diversos rincones del planeta donde las violaciones a los derechos humanos se están “naturalizando” tanto, que casi ya no llaman la atención las permanentes masacres que se cometen, como tampoco el avasallamiento que el nazi-sionismo israelí perpetra contra territorio y pueblo palestino.

Se supone también que algún comentario deberíamos hacer en relación a la violencia institucional, al accionar perverso y delictual que realiza la fuerza policial en la provincia de Córdoba, con la connivencia gubernamental de dicho estado, sospechado de ser actor principal en el narcotráfico, la trata de personas y otras menudencias…

Se supone que deberíamos comentar algo en relación a la aún permanente manipulación mediática que ejercen los medios que responden a los monopolios de la desinformación, y de cómo pretenden desalentar cualquier posibilidad de transformación superadora a nivel social. Pero, como en varios de estos temas, ya hemos expuesto nuestras posiciones y pensamientos, tanto como nuestras propuestas que promueven un cambio de actitud.

Todo eso puede suponerse, no obstante y en breves palabras, o no tan breves, quisiéramos reflexionar en relación a cómo, cada uno de nosotros, desde nuestros espacios, desde nuestras convicciones, desde nuestras creencias, ponemos en marcha acciones que posibiliten una real transformación social.
Convengamos en que de discursos ya estamos bastante colmados. Lo mismo que de la ejercitación dialéctica en la que, utilizando recursos lingüísticos que demuestren un “saber superior” (hay que marcar las diferencia…), se pretende establecer una posición.
Hay varias de esas oportunidades en que el mensaje termina sin comprenderse, por eso de la utilización del conocido “habló en difícil”.

Podríamos considerar y acordar en que, toda posibilidad de cambio debe tener implícito el convencimiento de que ello así ocurra. Asimismo, en que ese convencimiento esté fundado en aquellas cuestiones que han planteado lo desfavorable de continuar sin ser modificado y sus consecuencias.
No obstante existen paradigmas complicados para desarmar o transformar. Ellos están impregnados, en muchos casos, de aquello considerado “una costumbre”. Sobre la “costumbre” se ha “trabajado” desde hace tiempo a la hora de instalar en el inconsciente determinadas prácticas que llevan implícita la dominación de voluntades y el control de acciones.

La transformación, el cambio son posibles y ello queda demostrado en varias áreas, a pesar de los discursos retrógrados, agoreros…

Aquí, por ejemplo, podríamos considerar que la vieja escuela sarmientina, elitista por excelencia que discriminaba desde su consabida “civilización o barbarie”, que interpretaba que quienes reunían condiciones para adquirir un “saber” eran las clases privilegiadas, “los blancos”, no así los indios, los negros, los gauchos, es una escuela ya perimida ante las nuevas y transformadoras concepciones.
Imposible en aquellos primeros tiempos aceptar lo que hoy denominamos “interculturalidad”.
La posibilidad de aprender y enseñar aymara, guaraní; sorber, masticar, elaborar saberes y costumbres ancestrales y mixturarlos con las prácticas pedagógicas generando con ello otra alternativa educativa, enriquecida y potenciada por aquello que no figuraba en los textos aprendidos, transforman el panorama, reconvierten saberes, delinean innovadoras estrategias.

En una entrevista Mónica Zidarich respondía en relación a la interculturalidad: “…La interculturalidad es la incorporación de los saberes de esos pueblos, los saberes legítimos que circulen en el sistema educativo, para los aborígenes y los no aborígenes…” 1
Pero también plantea, en base a una experiencia recogida en veinte años de estar trabajando en Zauzalito, una población wichi en el noroeste chaqueño: “…No es que los aborígenes tengan la obligación de ser interculturales, los pueblos dominados han tenido la obligación de ser bilingües. Hay una dimensión que el resto de la sociedad la pierde. Son planteos incipientes que ni siquiera están instalados en el sistema educativo. Lo que necesitan los pueblos originarios y lo que necesitan el resto de la sociedad no es lo mismo, hay como una especificidad. La incorporación de estas lenguas al sistema educativo como lenguas orales y escritas es una deuda que tiene el sistema educativo, más allá de que haya legislación…” 1
Uno de los ejemplos de la posibilidad de transformar. Y esto lleva más de veinte años de desarrollo, al igual que en una escuela de la ciudad de Cosquín, Brigadier General Juan Bautista Bustos, que también lleva más de veinte años trabajando sobre la interculturalidad.

La transformación de cualquier realidad comienza con la decisión, desde lo personal a lo colectivo, contagiando a otros, sumando a otros para lograr ese cambio que podemos considerar necesario.
El Dr. Emilio Iosa, con su Fundación Deuda Interna, institución firmante del Documento TIERRA (Tratado Interétnico para la Refundación de la República Argentina) y cofundadora de la "Comisión Nacional de Investigación del Genocidio para el Resarcimiento Histórico de los Pueblos Originarios de Argentina",  también da cuenta de que las utopías son realizables. Con sus proyectos: Hospital Móvil, Agua Buena, Arbolar, Universidad del Monte y otros, llevando su compromiso a las comunidades Wichi, de alguna forma nos cachetea para darnos cuenta de lo urgente y necesarias que son las acciones que inclinen la balanza hacia el lado de la justicia, no la entogada, la justicia real, esa que pocas veces se hace presente…

Ya no es cuestión de ponernos a discutir la posibilidad de transformación de las realidades que puedan afectar negativamente a cualquiera, hay sobradas muestras que ello es posible y por supuesto, necesario.
Mientras haya uno sólo que comience a trazar el camino hacia esa transformación, la utopía es alcanzable.
Mientras haya una sola persona que conciba la posibilidad de la inclusión, de la incorporación del “nosotros”, convirtiéndonos en como decía el entre comillas “desaparecido” Sub Comandante Insurgente Marcos: “…ya no será tú, ahora eres nosotros…”, el cambio ya está aquí, es realidad.
Sólo resta que más y más nos sumemos a esa posibilidad, a esa realidad y comencemos a ser determinantes ante nuestra decisión de transformar.

Tenemos el poder para hacerlo, contamos con la fuerza necesaria para lograrlo, sólo es cuestión de asumirnos actores irremplazables, más allá que nadie sea imprescindible individualmente, pero en el conjunto, somos todos necesarios para transformar y trascender las imposiciones dominantes.
Hay que soñar, decía Lenin,  pero a con­di­ción de creer seria­mente en nues­tro sueño, de exa­mi­nar con aten­ción la vida real, de con­fron­tar nues­tras obser­va­cio­nes con nues­tro sueño, de rea­li­zar escru­pu­lo­sa­mente nues­tra fan­ta­sía.

Caminemos en el sentido de una vida plena de construcciones plurales y creativas para reivindicar nuestras esencias y nutrir nuestras identidades. Además de soñar y de decirlo, hagámoslo.

Que así sea.  



NORBERTO GANCI –DIRECTOR-El Club de la Pluma
elclubdelapluma@gmail.com –elclubdelapluma@hotmail.com

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