NADA PARA FESTEJAR
El fenómeno Milei
es el emergente de la grave crisis política que
transcurre en el seno de la burguesía monopolista y sus representaciones
políticas.
No es producto de la casualidad, o un milagro divino, que el
individuo haya pasado en unos pocos años de panelista televisivo a presidente.
Más allá de los intereses que operaron detrás de su figura, como siempre pasa,
su irrupción en la política está íntimamente asociada a las causas y efectos
que se fueron produciendo a partir de la actuación de los partidos llamados
tradicionales. El discurso de “la casta” utilizado por Milei apuntaba (y
apunta, aunque ya no con tanta eficacia) a esas representaciones que, una tras
otra, causaron decepciones y hartazgos en una porción muy importante de la
población.
Valga recordar que no sólo Milei fue manifestación de esa
crisis; también en las últimas elecciones presidenciales se produjeron
porcentajes de abstencionismo históricos para comicios de esa categoría.
El actual gobierno es entonces producto de la crisis política
y, al mismo tiempo, receptor de la misma. Si bien es aplaudido por la clase
dominante de ningún modo se han resuelto las
contradicciones y disputas en el seno de la misma. Por el
contrario, se podría decir que el ejercicio efectivo del gobierno afecta tanto
a la fuerza política de Milei como a las otras fuerzas del sistema. Las
renuncias y despidos de casi un centenar de funcionarios en diez meses de
gobierno (también algo inédito), es cabal ejemplo de lo que afirmamos.
El carácter monopolista de Estado en el que derivó el
capitalismo en el mundo y en nuestro país, adopta diversas fisonomías en la
estructuración del poder y en el resultado de dicha estructuración.
En efecto, las facciones monopolistas pelean por los negocios
y los mercados utilizando al Estado y a los gobiernos (que son su
representación política) configurando bloques o alianzas que son cada vez más
efímeras e inestables.
Con esto queremos decir que, a diferencia de otras épocas,
las facciones de la oligarquía financiera logran hegemonías momentáneas,
perecederas, ya que van al ritmo de la competencia feroz entre los capitales.
Una competencia que se exacerba en el marco de la crisis capitalista mundial
que tiene su correlato en los países, y el nuestro no es ninguna excepción.
Como ejemplo de lo que afirmamos es indudable que el grupo
Techint es uno de los representantes de una facción del capital que ha
desembarcado con cuadros políticos y técnicos en el gobierno de Milei. Dicho
grupo, junto con otros como PAE (del grupo Bulgheroni), Pampa Energía (del
grupo Mindlin), por nombrar a algunos, se están viendo beneficiados en el
reparto de los negocios en ese rubro a partir de la explotación de los
yacimientos de Vaca Muerta en Neuquén y la producción de petróleo y gas. Sobre
todo, el GNL, gas natural licuado, que hoy es un producto altamente demandado
en el mundo.
Se podría decir que esos sectores hoy hegemonizan el bloque
monopolista burgués. Sin embargo, los anuncios de importación de acero o de la
libre exportación de chatarra afecta directamente otro de los negocios del
grupo comandado por los Rocca.
Al mismo tiempo, hay otros sectores monopolistas que no son
tan favorecidos por las medidas del Estado y pugnan por imponer sus intereses.
Podríamos mencionar a los laboratorios farmacéuticos ante la libre importación
de medicamentos; los grupos del agronegocio que reclaman un tipo de cambio más
favorable para exportar; las automotrices que se impacientan ante la tardanza
en reglamentar el RIGI con beneficios para el sector, o que están en desacuerdo
que en la llamada “ley hojarasca” se anule la exclusividad de compra por parte
de las reparticiones del Estado de vehículos de fabricación nacional; o las
empresas de medios que se ven obligadas a tributar el IVA del que estaban exentas.
Cada sector monopolista sabe y conoce que para verse
beneficiado por las medidas concretas que toma el gobierno debe imponerlas a
través del manejo de algún resorte estatal, lo que implica desplazar de ese
lugar a algún funcionario o funcionaria que defienda negocios de otra facción.
Esta puja entre beneficiados y desplazados es permanente y
determina la inestabilidad, también permanente, de los acuerdos, las alianzas,
las representaciones políticas, los beneficios y las pérdidas según quien tenga
más fuerza para imponerse en lo que, en definitiva, es el arrebato desmadrado
de una clase parasitaria y que, a través del Estado, se apropia de la riqueza
que el conjunto social produce.
Es evidente que a la par de esta disputa entre poderosos, la derecha política está ganando terreno. ¿Por qué falla la izquierda? ¿Demasiado ineficaz? ¿Demasiado dividida? ¿Demasiado lenta? ¿Demasiado debate, mientras que la derecha simplemente carga hacia adelante? Bueno, no, no hay debate en las izquierdas, hay sólo empecinamiento en la línea propia. Cualquiera puede darse cuenta que el FIT busca caerle simpático al "votante honesto" del peronismo, como si hubiera votantes deshonestos (¿en qué sentido podrían serlo?), abandonando el marxismo o ajustándolo a las necesidades electorales. En fin, ¿tienen hoy las izquierdas un modelo alternativo? ¿Que pretenden? ¿Cómo planean reorganizar la sociedad?
Desde Rosario- Militante Social


