YA ES NUNCA
Hoy
tomamos un artículo de Byung-Chul Han acerca de la importancia de los
intervalos, porque su pensamiento puede iluminar experiencias concretas y
cotidianas en nuestros días. El intervalo temporal se extiende entre dos
situaciones o acontecimientos. El intermedio es un tiempo de transición, en el
que uno no se encuentra en una situación definida.
El
camino que separa el lugar de partida de la meta también es un intervalo. Posee
una semántica rica, como el propio lugar. La peregrinación, por ejemplo, no es
un espacio intermedio vacío que habría que recorrer lo más rápido posible. Es,
más bien, constitutiva de la meta a la que se llega. Estar en camino adquiere
aquí una gran importancia. El peregrinaje
no es un mero andar, sino una transición hacia un lugar. El peregrino se
dirige, temporalmente, al futuro, en el que espera algo, la curación por
ejemplo. En este sentido, NO ES UN TURISTA. Este no conoce ninguna transición.
En todos los sitios se trata del aquí y el ahora. El turista no está en camino
en sentido estricto. Los caminos son reducidos a trayectos vacíos que no
merecen visita alguna. La totalización del aquí y el ahora despoja a los
espacios intermedios de cualquier semántica. En la actualidad, esa experiencia
se caracteriza por ser muy pobre en transiciones.
Cuando
uno se dirige únicamente a un objetivo, el intervalo espacial hasta el destino
solo es un obstáculo que debe superarse lo más rápido posible. La orientación
exclusiva a una meta hace que el espacio intermedio no tenga ninguna
importancia, lo reduce a un pasillo sin valor propio. Y la aceleración es el intento de hacer desaparecer el intervalo
temporal necesario para la superación del intervalo espacial. Desaparece la
prolífica semántica del camino. Es más, el propio camino desaparece. La
aceleración conlleva un empobrecimiento semántico del mundo. El tiempo y el
espacio ya no tienen demasiada importancia.
Cuando
el intervalo espacio-temporal solo se asocia a la pérdida y el retraso, todos
los esfuerzos se concentran en hacer que desaparezca. Las memorias electrónicas
o cualquier otra posibilidad técnica de repetición anulan el intervalo
temporal, que es el responsable del olvido. Hacen que el pasado esté disponible
al momento. Nada debe impedir el acceso instantáneo. Se eliminan los
intervalos, que se oponen a la instantaneidad. La instantaneidad del correo
electrónico se debe a que este acaba con los caminos como intervalos
espaciales. Se libera del propio espacio. Los intervalos son suprimidos en pos
de una proximidad y simultaneidad totales. Se elimina cualquier distancia o
lejanía. Se trata de hacer que todo esté a disposición aquí y ahora. La
instantaneidad se convierte en pasión. Todo lo que no se puede hacer presente
no existe. Todo tiene que estar presente. Los intervalos espaciales y
temporales que se oponen al presente son suprimidos. Solo hay dos estados: nada
y presente. Ya no hay intermedio. Pero el Ser es mucho más que la presencia. La
vida humana se empobrece cuando se queda sin cualquier intermedio. La cultura humana
también es rica en intermedios. Las fiestas, el cortejo, la seducción y muchas
otras formas de la cultura dan forma al intermedio.
La
totalización del aquí aleja el allí. La
ausencia de umbrales conlleva una visibilidad total y una disponibilidad
absoluta. El allí se desvanece en una sucesión ininterrumpida de
acontecimientos, sensaciones e informaciones. Todo está aquí. El allí ya no
tiene ninguna importancia. Sin intervalos no hay más que una yuxtaposición o un
caos de acontecimientos desarticulados, desorientados. Los intervalos no solo
estructuran la percepción sino también la vida. Las transiciones y los cortes le confieren una orientación determinada,
es decir, un sentido.
La desaparición de los intervalos genera un
espacio desorientado. Al no haber ningún segmento definido, ninguna fase puede
llegar a su final ni integrarse juiciosamente en la siguiente. Cuando los
acontecimientos se relevan rápidamente, tampoco puede surgir la firme
determinación de concluir. En un espacio desorientado, se puede interrumpir la
acción en cualquier momento y comenzar de nuevo. Ante una multitud de
posibilidades de enlace, la conclusión acaba por no tener mucho sentido. Quien
llega a una conclusión, incluso puede quedarse sin conexión. Un espacio formado
por posibilidades de enlace no conoce ninguna continuidad.
No
hay decisión que sea definitiva. Cada vez que se toma una decisión, surgen
otras nuevas. El tiempo lineal e irreversible, es decir, el tiempo del destino,
queda superado. El espacio de la red tampoco tiene dirección. Es un tejido de
posibilidades de conexión, de links, que en lo fundamental no se distinguen
demasiado los unos de los otros. No hay rumbo, ninguna opción cobra
preponderancia absoluta sobre las demás. El espacio de la red no se transita paseando,
caminando o marchando, sino surfeando o explorando. Estas formas de movimiento
no tienen dirección. NO SIGUEN NINGÚN CAMINO.
El
espacio de la red no está formado por fases continuadas y transiciones, sino
por acontecimientos o circunstancias discontinuas. Allí no hay progreso ni
desarrollo alguno. No tiene historia. La multitud de posibilidades y
alternativas hace que uno no tenga la obligación ni la necesidad de demorarse
en un lugar. Demorarse largo y tendido solo provocaría aburrimiento.
El
final de toda linealidad narrativa, que encaja a los acontecimientos por medio
de una estricta selección en una trayectoria estrecha, hace que sea necesario
moverse y orientarse entre una gran espesura de acontecimientos. El arte y la
música actuales también reflejan esta nueva forma de percepción. Las tensiones
estéticas no se crean a partir de un desarrollo narrativo, sino de una
superposición y densificación de acontecimientos.
Si
los intervalos se acortan, se acelera la sucesión de acontecimientos. La densificación
de acontecimientos, informaciones e imágenes hace imposible la demora. El veloz
encadenamiento de fragmentos no deja lugar a una demora contemplativa. Las
imágenes, que pasan de manera fugaz por la retina, no logran captar una
atención duradera. Propagan su atractivo visual y se desvanecen. En contraposición al saber y la experiencia
en sentido intenso, las informaciones y los acontecimientos no tienen un efecto
duradero o profundo. La verdad y el conocimiento, entretanto, suenan arcaicos. Remiten
a la duración. La verdad debe perdurar, pero se disipa en virtud de un presente
cada vez más breve. Y el conocimiento es el resultado de una recolección
temporal que incluye el pasado y el futuro en el presente. Tanto la verdad como
el conocimiento se definen por una extensión temporal.
No
hay ninguna obra, ningún final, solo una sucesión infinita de versiones y
variaciones. La paradoja consiste en que
todo es en un presente simultáneo, todo tiene la posibilidad, o debe tenerla,
de ser ahora. El presente se acorta, pierde la duración. Su marco temporal es
cada vez más pequeño. Todo apremia simultáneamente en el presente. Eso tiene
como consecuencia una aglomeración de imágenes, acontecimientos e informaciones
que hacen imposible cualquier demora contemplativa. Así es como vamos haciendo
zapping por el mundo.
Desde Rosario- Militante Social