RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

viernes, 10 de octubre de 2025

¿DÓNDE TENEMOS FUTURO? - PEDRO RODRIGUEZ

 

¿DÓNDE TENEMOS FUTURO?

 


 

En la militancia política cotidiana, observamos un fenómeno muy característico de estos tiempos: la trabajadora y el trabajador asumen que su paso por la empresa que se trate es temporal, de algunos años y ya. A diferencia de nuestros abuelos o padres, casi no existe la idea o el anhelo de entrar a un trabajo y allí jubilarse.Cada individuo tendrá sus razones específicas para pensar y actuar de esa manera, pero lo que socialmente ocurre es una manifestación más respecto de la incertidumbre acerca del futuro. O lo que es lo mismo, la certeza de que ya no es posible soñar un futuro como lo hacían nuestros mayores.

 

En una sociedad donde la inmediatez, lo espontáneo, la rapidez de las cosas y de los hechos ha puesto en jaque hasta el propio concepto de Verdad, no resulta extraño entonces que se proyecte poco y por poco tiempo.

 

La base material ha cambiado; un modo de producción que ya no es capaz de proponer proyecto de acá a tres, cuatro o cinco décadas ni en lo social, ni en lo económico, ni en lo político, no es capaz de asegurar futuro alguno. Esto se puede verificar hasta en los períodos que la propia burguesía monopolista se pone como objetivo para sus negocios. Tales períodos son cada vez más cortos, inestables, rapaces, porque la propia clase dominante es consciente que el sistema capitalista atraviesa una crisis de magnitudes inéditas en la estructura y en la súper estructura de su sistema de dominación y por lo tanto sus planes deben adaptarse a esa dinámica de crisis permanente.

 

Si la clase en el poder a lo único que atina es a “amortiguar” los períodos de crisis ante la imposibilidad de resolverla,  la idea de futuro pareciera quedar sepultada. Cuando el futuro es volver hacia atrás es porque no hay futuro  que los dueños del capital puedan ofrecer. Basta con leer lo que se comunica en USA y Europa: todo lo que aparece en el horizonte es guerra.

 

La propia lógica del sistema por realizar negocios rápidos, por amortiguar la crisis con mayor explotación y sojuzgamiento, provoca el rechazo, sobre todo en los jóvenes, a esa realidad. No es sólo el rechazo al maltrato, a las malas condiciones de trabajo, a salarios que aun altos en algunos casos representan dejar la vida en el trabajo. Es mucho más que eso. Se trata de signos de rebeldía, pero como acto individual. No me gusta este trabajo, no busco jubilarme en él, me voy a otro. Y así. Esta situación, debemos decirlo, es producto de la labor ideológica que el sistema ha desplegado por décadas. Una labor que apuntó y apunta a “desclasar” los procesos sociales mientras, en el mismo momento, esos procesos han variado notablemente.

 

Mientras el sistema capitalista acude a la capacidad de la humanidad para que los avances de la ciencia y de la técnica sirvan al proceso productivo y, por lo tanto, al aumento de sus ganancias, lo que constituye una monumental socialización de la producción a escala planetaria, al mismo tiempo se exacerba la idea del individualismo como salida ante un fenómeno que es esencialmente colectivo.

De allí entonces que el desclasamiento sea la “fórmula” que ha utilizado y utiliza el sistema para retrasar un enfrentamiento inevitable.

 

Emprender la construcción de un proyecto que apunte a un futuro posible, realizable, sólo puede concebirse admitiendo que venimos de un pasado pero que es imposible volver a él, por más venturoso que haya sido. Se trata de comprender que nuestra acción presente ya es futuro, por lo tanto lo que hagamos o no hagamos para transformar ese presente tendrá como resultado un devenir u otro respecto de nuestra acción consciente.

 

No tener perspectivas de trabajo estable, de realización de las mínimas necesidades humanas, hace que corramos detrás de los problemas y no que podamos planificar para resolverlos. Entonces, la perspectiva de futuro está íntimamente ligada a cómo nos propongamos cambiar el presente.

 

La burguesía nos necesita todos los días para crear, a través de nuestro trabajo, valor, riqueza de la que se apropia, pero al mismo tiempo nos educa e inculca que los problemas de la sociedad son de su exclusiva competencia. Va de suyo que en ese esquema no hay futuro posible. Dependemos de cuánto y cómo le sirvamos a la clase en el poder.

 

Retomar primero que nada la conciencia de clase, la que nos define como la clase que todos los días hace mover al mundo a favor de una ínfima capa de la sociedad que se apropia del esfuerzo colectivo, es el paso fundamental para iniciar un camino en el que sea posible definir el futuro.

 

La conciencia de clase es el primer paso para poder abordar el futuro desde una perspectiva superadora. A partir de allí, de sabernos los hacedores de toda la riqueza social, es desde donde adoptamos una conducta que se choca de frente con la salida individualista que marca el sistema capitalista y, por ende, adoptamos una idea de futuro y de planificación del mismo, con una perspectiva que depende de la acción de nuestra clase y no de la clase enemiga. Comenzamos a ver el futuro en el presente que queremos modificar a través de la lucha contra el modo de producción capitalista y contra la clase que detenta el poder.


PEDRO RODRIGUEZ

 Desde Rosario- Militante Social

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