RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

sábado, 19 de noviembre de 2016

¿POR QUÉ CONTINUAR?


¿POR QUÉ CONTINUAR?

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 “...¿Te has preguntado alguna vez por qué nadie reacciona ante la infame oleada de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?

¿No te produce perplejidad el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre casos de corrupción, injusticias, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual se le ha robado literalmente el presente y el futuro, no suceda absolutamente nada?

¿Te has preguntado por qué no estalla una Revolución masiva y por qué todo el mundo parece estar dormido o hipnotizado?

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial…” (1)

 Los párrafos anteriores pertenecen a un trabajo, recomendado por Rudy Catoni, en donde podemos rescatar mucho de lo que venimos sosteniendo desde hace tiempo, en cómo el sistema mundial imperial actúa para dominar y controlar a las masas.
Tal vez para varios de nosotros no sean nuevos los conceptos allí vertidos, es más, tal vez a otros tantos les resulte hasta casi molesto que insistamos en alertar en cómo funciona y condiciona el sistema; no obstante, creemos que tenemos la obligación de persistir en la que consideramos nuestra tarea fundamental: concientizar a pesar de todo.

 Lo comunicacional se ha convertido en el arma más poderosa en cuanto condicionamiento social se requiera. La manipulación a través de diferentes y variados canales, no es nueva, pero en forma acelerada se ha modificado de modo tal que, es casi imposible abstraerse de sus tentáculos: la educación, los medios “informativos” donde …la propia información que nos es transmitida lleva incorporada la opinión que debemos tener sobre ella…”, las redes sociales, cuyo desmanejo…quita el tiempo que deberíamos tomarnos para sopesar las consecuencias de un acontecimiento y lo fragmenta en pedacitos de 140 caracteres y con ello, convierte en breve y superficial cualquier juicio que emitamos sobre una información recibida…” (1), internet, telefonía móvil, etc., han inundado la mayor parte del planeta, con lo que garantizan un control poblacional, proclive a los intereses imperiales. ¿No se han preguntado para qué el sistema ofrece wi-fi gratuito casi en cuanto lugar visitamos a lo largo de nuestro día urbano?


 Cuando nos preguntamos cómo han podido avanzar los representantes de la más recalcitrante derecha criminal en los espacios de gobiernos, descuidamos en los análisis que deberíamos formular, tomando en cuenta los medios y formas de manipular las conciencias. Pretendemos una rápida respuesta a lo que nos atraviesa, como esos 140 caracteres en que nos condicionan las redes.
 Entonces, más allá de lo tedioso, de lo recurrente, más allá de caer en algún error conceptual, pasible de ser discutido, criticado, estamos convencidos de que debemos aunar mayores esfuerzos por correr los velos que nos han injertado en nuestras miradas y pensamientos.

 Hubo alguien una vez que consideraba que la labor periodística se basaba en dudar absolutamente de todo, y que ello debería, por consiguiente, provocar en un estado de duda general en quienes recibían su labor.
Una de las posibilidades que nos han quitado en este maquiavélico ejercicio de manipulación global, es “la duda”. La posibilidad de dudar, hasta de las más acertadas afirmaciones, es algo que deberíamos recuperar para posibilitar el formarnos una idea propia, un pensamiento propio.

 La duda y la incredulidad sobre todo lo que nos llega, tal vez, nos facilitaría discurrir en diálogos internos, en lo individual, para volcar en el colectivo algo que pudiese aportar en la generación de ideas y conceptos nuevos o esclarecedores.

 El trabajo sobre el que nos hemos propuesto reflexionar, se titula ¿Por qué no Estalla Una Revolución?”; y ante el título que proponen, ya desde el condicionamiento mayoritario que se ha logrado al considerar el término “revolución”, puede provocar una actitud de negación a considerar la propuesta. Porque se ha impuesto una idea tergiversada del término.
Se afirma sobre el término que: …es un cambio social fundamental en la estructura de poder o la organización que toma lugar en un periodo relativamente corto o largo dependiendo la estructura de la misma (…) Los expertos aún debaten qué puede constituir una revolución y qué no. Estudios sobre revoluciones suelen analizar los eventos en la Historia de Occidente desde una perspectiva psicológica, pero también más análisis incluyen eventos globales e incorporar puntos de vista de las ciencias sociales, incluyendo la sociología y las ciencias políticas…” (2)  

En el trabajo citado se sostiene que: “…todos observamos desesperados a los demás y nos preguntamos “¿Por qué no reaccionan? ¿Por qué no reacciono yo?”

Y esa impotencia desemboca, al final, en una sensación de frustración y apatía generalizadas.
Ésta parece ser la razón básica por la que no se produce una Revolución cuando, por la lógica propia de los acontecimientos, debería producirse.

Se trata pues, de un fenómeno meramente psicológico…” (1)

 Pero existe, como alternativa inicial, la posibilidad de revolucionar desde nuestras más íntimas de las fibras, desde nuestros sentires, desde nuestras percepciones, poniendo en discusión y debate interno todo con lo que nos bombardean a diario, para así generar nuevas o mejoradas ideas.
“…Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual.
Porque nuestra mente está programada por el Sistema.
Y, por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente…” (1)

 Si bien el sistema imperante no admite que ello pueda ocurrir, y por eso realiza permanentes, constantes esfuerzos en reforzar sus estrategias de manipulación global, hay resortes, disparadores que desde diferentes lugares nos pueden permitir romper con esa co-dependencia que tanto nos afecta y nos destruye la individualidad por un lado y el sentido de lo colectivo por el otro.
“…El excesivo bombardeo de información nos impide tomarnos el tiempo necesario para otorgar el valor adecuado a cada información recibida y con ello, nos impide asociarle la suficiente carga emocional como para generar una reacción efectiva y real…” (1)

 Y mientras el sistema prosigue y persigue sus propósitos, estamos los que también persistimos en otro tipo de actitud y compromiso. Estamos los que promovemos y alentamos a la duda, como esa consigna casi viral que expresa: “no quiero que pienses como yo, sólo quiero que pienses…”

 Y mientras tanto, nos vamos respondiendo, a diario, a ¿por qué continuar?, en cada una de nuestras acciones.
Y caprichosamente recordamos algunas críticas sobre nuestra tarea, donde nos señalaban que somos reiterativos, que no respondemos a los “nuevos cánones” comunicacionales, que no tomamos en cuenta los “nuevos paradigmas”, patrones o modelos que el mismo sistema se empecina por imponer.
Y entendemos que esas críticas son fruto de esa misma manipulación sobre la que alertamos insistentemente.

 Entonces ¿por qué continuar? Porque nos hemos propuesto, desde hace mucho tiempo, intentar derribar, o al menos colaborar en derribar los cercos, los muros de la desinformación, de la incomunicación.
Pero esta tarea, este compromiso no puede prosperar ni revolucionar, si no es acompañada de un número cada vez mayor de seres que estén dispuestos a, desde la duda, generar nuevas formas de pensar y sentir.

 En el trabajo aludido se señala que tampoco ayuda en mucho profundizar y difundir toda información que vaya en el sentido de desenmascarar el cómo actúa el sistema, ya que aumenta de esa manera la confusión y la apatía social. No estamos muy de acuerdo con ese parecer, creemos que debemos persistir en lograr la mayor concientización sobre cómo opera el sistema imperial, para lograr revolucionar, desde lo individual a lo colectivo.

 El ejercicio de tomarse el tiempo suficiente para leer un artículo o trabajo extenso, puede ser una de las buenas estrategias que re-condicionen nuestro cerebro y recalibre su funcionamiento. Intentar reconstruir una línea de tiempo, comprender un proceso, esforzarse por retener relaciones de causa-efecto, encontrar y listar criterios de clasificación o comparación de manera consciente, serán antídotos contra el efectista y efectivo sistema de dominación mental.
El bombardeo frecuente de supuesta información, escueta, hace que nuestro cerebro no llegue a procesar una idea, sólo reproduce un mensaje que impone un pensar.
Para contrarrestarlo, el ejercicio señalado puede, tal vez revertir la co-dependencia entre la falsa o caprichosa información y las respuestas emocionales.

 ¿Por qué continuar? Porque creemos que lo que hacemos es una militancia genuina dentro del mundo de la comunicación, que se retroalimenta con la constante participación de cada una, cada uno que conforman esta trinchera.

 El mérito, si es que lo hay, no tiene nombre. Si logramos descorrer los velos que nos han impuesto y alcanzamos la meta de mínima, de que alguien del otro lado haya vencido la dependencia generando una idea propia, un pensamiento propio, habremos logrado la primera victoria en la batalla comunicacional.
Persistir en ello y sumar más seres que se atrevan a enfrentar al sistema, deberá ser la respuesta para revolucionar.

 Que así sea.


NORBERTO GANCI –DIRECTOR-
El Club de la Pluma
elclubdelapluma@gmail.com –elclubdelapluma@hotmail.com
http://.elclubdelapluma.wordpress.com
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Notas y Referencias