RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

sábado, 30 de julio de 2016

HEGEMONÍA Y PODER POPULAR ¿DIFÍCIL DE LOGRAR????



HEGEMONÍA Y PODER POPULAR ¿DIFÍCIL DE LOGRAR????



 Sobre el significado e interpretación del término hegemonía, hay infinidad de trabajos realizados, partiendo fundamentalmente de los conceptos vertidos en su oportunidad por Antonio Gramsci, y ellos a su vez provenientes de la lectura que el intelectual italiano hizo de los trabajos de Marx y Lenin.

 En la interpretación griega la referencia sobre hegemonía se hacía para indicar aquello de gobernar, conducir, comandar, término fundamentalmente militar de la época donde el hegemón era el conductor, el guía y también el comandante del ejército.
Gramsci define, en líneas generales, al término hegemonía, como el conjunto de grupos de la sociedad donde el dominante establece un liderazgo moral, político e intelectual, sobre sectores subordinados, haciendo que sus intereses sean los intereses de la sociedad.
“…Gramsci arriba a una comprensión de la hegemonía como una forma de dominación en la cual la coerción y la violencia no desaparecen, pero sí coexisten con formas de aceptación del poder y la dominación más o menos voluntarias o consensuales por parte de los sujetos subalternos. “Para poder ejercer el liderazgo político o hegemonía –escribió Gramsci– uno no debe contar solamente con el poder y la fuerza material del gobierno” (citada en Ruccio), sino también con la aceptación más o menos voluntaria de los sujetos dominados, aceptación que aparece crucialmente mediada por las formas culturales de interacción entre dominados y dominadores…” 1

 Podríamos, partiendo de estas escuetas definiciones, acordar que en la denominada década ganada tuvimos una práctica hegemónica en la vida política y social. De manera voluntaria y sin demasiadas contraposiciones, se ejerció un liderazgo moral, político e intelectual, pocas veces experimentado en Argentina, convirtiendo en algo general los intereses que se manifestaban en los actos y acciones de gobierno.
A esa práctica de hegemonía se enfrentaba otra práctica de hegemonía proveniente de los poderes mediáticos, corporativos judiciales y empresariales; la clase privilegiada otrora dominante, intentaba instalar como idea hegemónica, lo perjudicial de una práctica “populista” que, a la postre era perjudicial solamente para esa clase privilegiada que veía mermados sus intereses y más lejanas sus apetencias.

 Pasada esa década y en virtud de eso de la práctica “democrática”, desembocamos en una nueva instancia que revierte la aquella práctica hegemónica; una práctica hegemónica diferente que desconoce al llamado poder popular. Lo desconoce porque, habiendo virtualmente ganado una batalla cultural en cuanto a interpretación y ejercicio sobre hegemonía, pretende imponer los intereses de un minoritario sector social que responde solamente a corporaciones, al poder económico global.
…El sector económico concentrado, trensnacionalizado y dominado por su sector financiero y más particularmente por su componente especulativo, domina la economía de los países capitalistas, dispone de medios de comunicación oligopólicos y logra penetrar en niveles institucionales tales como poder judicial, educación, poder legislativo, poder ejecutivo, sindicatos y partidos políticos de la democracia representativa, e imponen gradualmente una ideología conveniente a sus intereses, de tal manera que sea incorporada a la cultura de los sectores populares como si se tratara de algo natural, de sentido común. Esto es lo que se denomina hegemonía cultural y constituye una herramienta de fundamental importancia utilizada por los sectores dominantes para la explotación de las clases populares o subalternas…” 2

 Constantemente vamos siendo testigos de una componenda entre dos diferentes interpretaciones del concepto hegemonía, al menos en cuanto a lo que atañe a quienes en definitiva se benefician de tales prácticas.
 En esa batalla sobre la prevalencia de una práctica hegemónica o la otra, en que el neoliberalismo pretende recuperar tanto tiempo y terreno perdido, se puede comprobar cómo la denominada “batalla cultural”, no sólo se perdió en los resultados electorales sino que también se va perdiendo cuando en lugar de repensar la cosa política y discutirla, debatirla con fundamentos teóricos, gran parte de la sociedad retoma la imbecilidad de caer en el nefasto juego que imponen con un supuesto enfrentamiento entre un, también supuesto, mandatario y un locutor de cuarta devenido en figura del estrellato in-cultural.

 Cuando la batalla, tanto cultural como social debería estar dirimiéndose en la defensa de conquistas sociales, en la recuperación de libertades cercenadas, en la condena a la persecución de dirigentes políticos y militantes sociales, en el rescate de la primer secuestrada en democracia, Milagro Sala; se entabla otra discusión que pone de relieve algo que parece un tanto amañado, la legalidad o no legalidad de revelarse contra el autoritarismo, contra una dictocracia vendepatria. Algo expresó alguna vez el General José de San Martín respecto de que cuando la Patria está en peligro -como en estos tiempos-, todo es lícito, menos dejarla perecer.

Frente a nosotros tenemos una enorme contienda en la que debemos involucrarnos, para descorrer los velos de la ignorancia y concientizar en relación a las responsabilidades que cada uno, cada una tenemos en estos tiempos históricos que estamos atravesando.

 Debemos asumir y actuar en la construcción de ese poder popular que posibilite alcanzar liderazgos genuinos, que interpreten cabalmente las necesidades y urgencias de las masas, pero que, a su vez, reinstale la práctica hegemónica interpretativa de necesidades y urgencias sociales.

Debemos asumirnos como poder popular contrahegemónico para derrotar a esta dictocracia parasitaria. Para eso no es necesario saber si es lícito o no, para eso debemos asumirnos en defensores de la Patria: eso no requiere el permiso de nada ni de nadie.

Que así sea.


NORBERTO GANCI –DIRECTOR-El Club de la Pluma
elclubdelapluma@gmail.com –elclubdelapluma@hotmail.com

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