RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 23 de junio de 2013

ENTRE LA INDEPENDENCIA Y LA OBSECUENCIA…

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ENTRE LA INDEPENDENCIA Y LA OBSECUENCIA…

Para ejercer esta tarea, debo estar informado. No es fácil. Leer lo que ocurre por ejemplo en las calles del hermano Brasil, o en las propias avenidas del poder político o del poder judicial es casi una titánica labor de desciframiento, de desentrañar algo certero entre intereses en uno u otro sentido.

No hacen falta muchos discursos, exposiciones y ejemplos para comprobar, demostrar que la “independencia” respecto de la labor periodística es una total falacia.
Más allá de ser o no ser creíble, quien ejerce la tarea comunicacional, debería por lo menos ajustarse a la información de los hechos, minimizando la “cotización” que puedan los mismos tener en el “mercado informativo”…

Ello sería lo deseable para que la labor informativa concrete su finalidad, que es la de informar. No obstante ello, el mercado informativo ha “marcado” el ritmo, intensidad y posicionamiento de “temas” a instalar en el cotidiano social. Reforzar una determinada información, darle continuidad o no, depende si venden o no venden sus titulares y tratamientos, si los hubiere.

Informar o no informar se ha convertido en la moneda de cambio en relación a determinados intereses políticos, empresariales, jurídicos, etc.
Ello, podríamos situarlo, se concibe en la década del cincuenta del siglo pasado, cuando se estudiaron, evaluaron y diseñaron estrategias para utilizar la comunicación para la obtención de una respuesta determinada de gran parte de la sociedad a la que se pretendía condicionar…al igual que en estos tiempos…
Cuando en realidad el ser informado, el recibir comunicación descontaminada ya se percibe como un derecho social, un derecho humano. Lo que se emite y se recibe, condiciona pensamientos, actitudes, decisiones, desde lo personal a lo público.

Cuando el tema de la “comunicación” se entabla en relación al “derecho social” en que se ha convertido la misma, muy difícilmente se trata en esa consideración. El “manejo de la información”, hoy por hoy, tiene mucho que ver con intereses muy alejados del común social del que son objetos al difundir, distorsionar, ocultar o ignorar una determinada noticia.

La Comunicación y muy a pesar de “sus” impulsores, se ha convertido, como muchos otros, en un “Derecho Humano”. Un derecho humano no contemplado en toda su envergadura por los organismos internacionales. Si bien el Art. 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice que: “…“todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión…” 1 ello no hace referencia a que la “comunicación es un derecho humano”. Su tratamiento se circunscribe, fundamentalmente, a la “libertad de expresión” como derecho humano.
No obstante “…la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en sus principios, al sostener que “los monopolios u oligopolios en la propiedad y control de los medios de comunicación deben estar sujetos a leyes anti-monopólicas por cuanto conspiran contra la democracia al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho a la información de los ciudadanos”…1

Puede que las diferentes lecturas que se hagan sobre lo establecido por la CIDH consideren que si puede comprenderse como Derecho Humano la Comunicación, ello no implica el respeto y atención que tanto medios monopólicos, como estatales, alternativos y “otros” deben tener hacia ese derecho.
Aquí lo que está en juego es el derecho humano que cada individuo tiene a recibir información, comunicación, con la mayor veracidad y la menor intencionada contaminación posibles, ya que, al ser un derecho humano el mismo debería estar muy alejado de todo tipo de especulación, ya sea política, comercial, etc.

La falta de respeto y consideración a ese derecho es en lo que se sustenta el manejo arbitrario de la información, condicionando qué, cuándo, a quiénes y cómo se difunde algo, un tema o notica determinada.
Dependerá y depende de los “beneficios corporativos” o políticos  aquello que se habrá de informar, comunicar.
Y más allá de la proliferación en el uso de redes sociales, que posibilitan una abundante diversificación en la comunicación, de igual modo se continúa manipulando aquello que se dará a conocer…

Esto es porque  la concepción personal que podamos tener sobre cualquier materia, se halla influida por conocimientos heredados, adquiridos en la práctica diaria. Con eso elaboramos conceptos, pensamientos, ideas. Hay entonces una ausencia de independencia intelectual y discursiva. Nuestros pensamientos están influenciados desde nuestro nacimiento, por factores externos. Nuestros pensamientos, muy lejos del término “propio”, son colectivos. Somos “dependientes” en la gran mayoría de los aspectos…

Si bien es relevante visibilizar esta falta de independencia, mayor preocupación nos ocasiona  la falta de independencia en el “ejercicio comunicacional”. Un ejercicio que, por lo general, está condicionado por los intereses corporativos, políticos, sectoriales, oficialistas, opositores, etc. Más que falta de independencia es demasía de obsecuencia.
Más atrás de lo pergeñado en la década del cincuenta del siglo pasado, al menos en Argentina, la construcción del relato histórico fue obsecuente a los intereses dominantes  de la época. Basten como ejemplo las distorsiones, deformaciones y ocultamientos de hechos y personajes en la concepción histórica mitrista. Bartolomé Mitre elaboró una historia para beneficio de un sector determinado, llevando al bronce a supuestos héroes que, además de haber cometido delitos hoy considerados de lesa humanidad, fueron grandes traidores a los intereses de la patria en beneficio de sus propios intereses.
Se torna sumamente difícil concebir un pensamiento independiente, pero sí se puede pretender la inexistencia de obsecuencias en la labor comunicacional, informativa y hasta educativa. La obsecuencia, junto con la mezquindad, privilegian el engaño, el ocultamiento y la deformación, tanto de la realidad como de la historia.

Nos han “vendido” diferentes imágenes de qué es ser comunicador, fundamentalmente aquellas emparentadas con el glamour y la farándula, la sonrisa acartonada y el asentimiento fácil sin escuchar nada. Nos han “vendido” diferentes imágenes de comunicadores, a diferencia de aquellos que “no se vendían” como, por ejemplo ineludible a la hora de comparar, Rodolfo Walsh que hizo del ejercicio periodístico, de la tarea comunicacional, una militancia por la vida y la libertad, mucho más allá de los riesgos, intereses y especulaciones mezquinas.

Si bien no podemos pretender una contundente “independencia” respecto del ejercicio comunicacional, sí podemos aspirar a lograr una labor comprometida con la comunicación como “derecho humano”, alejada de obsecuencias y mezquinos intereses.
Pero depende de todos lograr que ello suceda, que ello se practique. De nosotros depende “aprender” a leer, escuchar, pensar desde la práctica libre, sin condicionamientos para lograr ideas propias, conceptos propios. De allí a lo colectivo es sólo un paso, necesario para descontaminar nuestros saberes…

Repensar las formas y modos en que recibimos y hacemos comunicación, información, es una tarea desde lo individual a lo colectivo para transformar aquello que diseñaron para dominarnos, en “nuestras realidades”.

Historia, Educación, Información son conceptos que tienen que ver con “realidad”. No sólo realidad que se cuenta, sino realidad que se crea, que se construye. No pueden estar sujetas a intereses corporativos, políticos, empresariales. Historia, Educación, Información son conceptos que tienen que ver con nuestras identidades y no podemos delegar que otros obsecuentes nos impongan saberes funcionales a intereses ajenos o mezquinos.
Debemos repensar la comunicación ejerciéndola como el derecho humano que es, de nosotros depende…

Que así sea.
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NORBERTO GANCI –DIRECTOR-El Club de la Pluma
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